PS_NyG_1979v026n002p0167_0248

222 ALEJANDRO DE V ILLALM ON TE la Iglesia, del bautismo; 3) el tercer nivel y tercer rango lo ocupa una afirmación antropológica : la situación de empecatamiento en que está la humanidad antes de la llegada a ella de la gracia de Cristo; 4) el nivel más superficial y el último rango lo ocupa una afirmación etiológica: la condición humana espiritualmente miserable tiene origen en la transgresión de Adán narrada por Gn 2-3 54. Entremos en el análisis algo más pormenorizado de estas cuatro afirmaciones, de indudable utilidad para comprender a fondo la ver­ dadera intención docente del decreto Tridentino. A . Afirmación crislológica-soteriológica: la universal redención de Cristo. — Es, a todas las luces, la máxima preocupación del concilio: poner a mejor luz y salvaguardar la recta inteligencia y profesión de esta verdad sustantiva del NT. En este aspecto el Tridentino está del todo en la línea de Rm 5, 12-21, de san Agustín. Pero también de los adversarios, los pelagianos y los luteranos. En todos estos casos se discutía sobre algo tan sustantivo como es el modo radical de enten­ der el concepto de «Salvación», tanto en su momento cristológico (en cuanto acción realizada por Cristo) como en su momento antro­ pológico (en cuanto realidad recibida y acontecimiento que tiene lugar en el hombre). Parece de sobra claro que la verdad esencial y primaria que Tr. quiere salvaguardar ante todo es el hecho de la universalidad y eficacia de la acción salvadora de Cristo. Así lo testifica la lectura de las deliberaciones conciliares y queda bien reflejado en el decreto «de peccato originali» y en el «de iustificatione», que es su comple­ mento. Esta verdad, piedra angular de la fe cristiana, no es objeto directo de ningún decreto definitorio, porque está confirmada en todo momento por ambos decretos aludidos y luego en los decretos sobre los sacramentos. Ni era negada directamente por los «herejes». Según indicábamos anteriormente el punto de partida de la herejía pelagiana es netamente antropológico: su optimismo anti-evangélico en juzgar la posibilidad soteriológica del hombre. Como al hombre se le concede la posibilidad radical, verdadera, de salvarse por sus propias fuerzas, de ahí que la necesidad de la gracia no sea, en realidad, abso­ luta, sino marginal y meramente subsidiaria. De ahí también que la universalidad y la eficacia de la acción redentora de la Cruz sean rela- tivizadas en el pelagianismo, limitándola a una influencia externa, peri­ férica. El punto de partida luterano también es antropocéntrico: es la 54. M . F lic k -Z . A ls z e g h y , o . c ., 164 ss., 195-98.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz