PS_NyG_1979v026n002p0167_0248

200 ALEJANDRO DE VILLALMONTE El exégeta y el teólogo de hoy tienen que hablar aquí de un punto muy débil, insostenible, de la exégesis que sirve de presupuesto al Tridentino. Basándose en la Escritura no puede hoy la teología cató­ lica seguir manteniendo la «teología de Adán», ni siquiera en el nú­ cleo sustantivo que recoge Trento39. Entonces la perspectiva para releer el decreto conciliar es afectada básicamente. Tr. no puede buscar apoyo en la Biblia, ha de mantenerse sobre su propia autoridad doctrinal. En tal caso ¿qué valor tiene la grave obligación impuesta por Tr. —obliga­ ción bajo anatema— de confesar la teología de Adán? (DS 1511). El contenido esencial primario de la doctrina del p. or., el hecho de que todo hombre nace en estado de pecado ante Dios, es pro­ puesto como perteneciente a la fe, en el canon 2 (DS 1512). Aquí Tr. busca apoyarse, de forma explícita, en Rm 5, 12 . La teología mo­ derna, desde hace ya muchos años, acepta como seguro que Tr. no quiere imponer, como estrictamente obligatoria, una determinada exé­ gesis de Rm 5, 12-21. Pero también es indudable que los padres y teólogos de Tr., como los protestantes de entonces, estaban en la firme convicción de que Pablo habla en este pasaje de esa figura teo­ lógica a quien la teología posterior (desde Ireneo, según decían varios padres en Tr.) llama «pecado original». Sin embargo, con un poco de retraso respecto de Gn 2-3 y con algo menos de consenso, la exégesis católica actual ofrece cada día testimonios más numerosos de que en Rm 5, 12-21 no se contiene el «dogma eclesiástico» del p. or. También en referencia al NT se ex­ tiende con firmeza la convicción de que la enseñanza sobre el p. or. mantenida por la tradición doctrinal de la Iglesia occidental, no es doc­ trina bíblica40. 39. En los últimos decenios ya era convicción común entre exégetas y teó­ logos sistemáticos que la figura del p. or. «originado» no se contiene en el AT. El avance ahora logrado se refiere a la no continencia en el AT del pecado origi­ nante; es decir, al hecho de que el pecado de Adán haya tenido una influencia privilegiada sobre la situación pecadora de la humanidad histórica. Y en general a toda la «teología de Adán» en todos sus aspectos. Ver al respecto A. de V il l a l m o n t e , El pecado original, espec. 76-82 y 144 para la década de los cin­ cuenta; 249 57 y 434-7 para los años sesenta; 465 74 y 551 para los años setenta. Ver allí bibliografía. 40. También para este tema del p. or. en el NT en los últimos decenios nos remitimos a A. de V il l a l m o n t e , El pecado original, espec. 82-94 y 148 (para los años cincuenta); 271-92 y 437-40 (para los años sesenta); 477-90 y 551 s. (para los años setenta). Exégetas y teólogos sistemáticos se afianzan cada vez más en la convicción de que la tesis del p. or. «no es doctrina bíblica».

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz