PS_NyG_1979v026n002p0167_0248

QUE «ENSEÑA» TRENTO SOBRE EL. 169 1 . Situación actual de la discusión: 1950-1980 Nos referimos al «estado de la cuestión» como resultado de treinta años de controversia en torno al p. or., mantenida por la teología ca­ tólica desde los más diversos puntos de vista. A) El punto de partida de la hodierna controversia intracatólica sobre el p. or. conviene ponerlo en la encíclica "Humani Generis” del año 1950 3. Todavía hasta bien entrados los años cincuenta todo eran seguri­ dades de fe, certezas teológicas incuestionables en torno a la interpre­ tación que había de darse a la doctrina tridentina sobre el p. or. La primera dificultad típicamente moderna contra la vieja creencia pro­ cedía del evolucionismo científico y de su secuela inevitable, al pare­ cer, el poligenismo antropológico. Durante toda esa década los teólogos se esforzaban en seguir manteniendo el monogenismo, bajo la admoni­ ción de la «Humani Generis». Pero, tras haber fallado los intentos de fundamentarlo en la Escritura, en la tradición doctrinal de la Iglesia, en razonamientos teológicos convincentes, era Tr. quien, en realidad, podía ser presentado como baluarte seguro de la opinión tradicional. Cuando algunos teólogos calificaban al monogenismo antropológico co­ mo doctrina próxima a la fe, lo hacían apoyándose en los decretos de Tr. Si otros lo calificaban simplemente como doctrina teológicamente cierta, lo hacían, a su vez, pensando en que los textos de Tr. no garan­ tizaban una mayor seguridad en la materia. En los primeros años sesenta se logró un avance importante en la revisión de la enseñanza tradicional sobre el p. or.: se dejó paso fran­ co al poligenismo antropológico. Como el impedimento último para dar este paso era la enseñanza del Tridentino, la tolerancia del poli­ genismo no pudo hacerse común sino en la medida en que, una mejor exégesis del texto conciliar demostró que, por parte de éste, nada se oponía a la teoría del origen poligenista del género humano. Pues bien, desde el momento en que el monogenismo antropoló­ gico ya no era nada seguro (como toda la vieja visión fijista del uni­ verso que en él se implicaba) los teólogos se fueron dando cuenta de que el estatuto teológico del primer hombre (-humanidad originaria) 3. Sobre el proceso de esta controversia a lo largo de veinticinco años remi­ timos a nuestra obra El pecado original, antes citada. El resumen de cada una de las etapas en que dividimos el desarrollo de la discusión puede verse en pp. 144-53; 427-44; 551-56.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz