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QUE «ENSEÑA» TRENTO SOBRE EL. 195 inteligencia correcta y auténtica de la doctrina de la justificación, dice el concilio que es menester que todos reconozcan y confiesen haber perdido la primitiva inocencia por el pecado de Adán, según se dijo en el decreto sobre el p. or.; y que, a consecuencia de dicho pecado, el género humano se encuentra en total imposibilidad para salvarse por sí mismo, aunque conserva cierta libertad para el bien y la posi­ bilidad de cooperar con Dios, según se dirá (DS 1521). Lógicamente el acontecimiento de la justificación se contempla en una perspectiva infralapsaria y hamartiológica como «el paso de aquel estado en que el hombre nace hijo del primer Adán al estado de gracia y de adop­ ción de hijos (Rm 8 , 15) por el Segundo Adán Jesucristo Salvador nuestro» (DS 1524. Cf. 1523). Apenas será necesario recordar que el decreto «de iustificatione» está todo él ordenado a salvaguardar el dogma sustantivo del cristianismo: la universal y eficaz Salvación obrada por Dios en Cristo. Dogma que, según es conocido, pervertían, en direcciones contrarias, tanto luteranos como pelagianos. En consecuencia, ordenando los motivos de tratar el tema del p. or. según su rango y jerarquía de valiosidad teológico-religiosa, tene­ mos un resultado paralelo al que encontramos en los pelagianos cuan­ do lo negaban y en los luteranos cuando pervertían esta verdad, si bien el Tridentino dé una solución distinta: 1.° motivo cristológico soteriológico: universal redención y eficacia de la Cruz; 2 .° motivo caritológico: necesidad de la gracia; 3.° motivo antropológico: impo­ tencia soteriológica del hombre; 4.° motivo etiológico: dar razón de esta impotencia (y de la necesidad de gracia y redención). La afirma­ ción del p. or. tiene el último puesto y ejerce una función subsidiaria bien modesta. 5. Presupuestos "discutibles” en que se apoya el decreto tridentino sobre el pecado original Comencemos por decir que la palabra «discutible» la usamos en su acepción más positiva y noble: en cuanto encierra un intento racional y razonado de someter el texto del decreto a un examen científico- crítico, a fin de llegar a una mejor intelección del mismo y, por ende, a lograr una renovada lectura que lo rehabilite, que rescate el valor saludable, religioso-vital, que posee para la hodierna vida religiosa cris­ tiana. Las críticas que los creyentes de hoy hacen al decreto tridentino sobre el p. or. son las mismas que se vienen haciendo a dicha doctrina

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