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QUE «ENSEÑA» TRENTO SOBRE EL. 189 tista (y nominalista) cuyo optimismo antropológico cristiano estaba en la raíz, hacía impacto y simultáneamente estaba influenciado por el humanismo renacentista itaÜano y luego europeo en general. El cono­ cido adagio teológico: «spoliatus gratuitis vulneratus in naturalibus», y su diversa interpretación, así como la explicación dada al otro dicho: el hombre caído difiere del paradisíaco «tanquam vestitus a nudo» (como un vestido de un desvestido), podían ser un símbolo de las dife­ rencias a que venimos aludiendo26. Frente a esta flojedad teológica y ambiental en entender la dura realidad de la caída originaria no podía menos de introducirse la con­ vicción de que la dotación «sobrenatural» del primer hombre era una especie de ocioso y mero lujo, del cual una rigurosa consideración teológica del hombre podría prescindir sin mayor perjuicio. El p. or. se convertía así en un trigre de papel, una auténtica nadería. Contra esta visión superficial de los «sofistas» escolásticos y humanistas pro­ testó airadamente Lutero. B. La extremosa reacción pesimista de Lutero es comprensible en este entorno teológico y cultural .—Pero la verdadera raíz de su nueva doctrina sobre el p. or. hay que buscarla más al fondo: en sus viven­ cias ético-religiosas personales, en el contexto general de su teo -logia y de su consiguiente visión teológica del hombre ante Dios. Lutero tiene una conciencia muy vivaz y hasta salpicada de rasgos morbosos, sobre la nada soteriológica del hombre, sobre la total corrupción ético- religiosa, permanente incluso en el hombre cristiano. Según se la mire, esta vivencia era un presupuesto o una consecuencia de su doctrina sobre la justificación por sola la fe. La cooperación humana queda radicalmente excluida en una libertad que, después del pecado, tal como históricamente existe, no tiene poder si no es para pecar, porque es una libertad esclava (servum arbitrium). Pero estas afirmaciones an­ tropológicas son una derivación de su vivencia-concepto de Dios y de su «monoactividad» (Alleinwirksamkeit) que excluye como pecaminoso, el intento mismo de cualquier esfuerzo o colaboración del hombre. In­ cluso aunque se le mire bajo el impulso de la gracia. La pecaminosidad y la nada soteriológica ni siquiera con el acontecimiento de la justifica­ ción quedan superadas. Los pecados son encubiertos no borrados, y 26. Ver una breve historia y comentario de G. Birn, Tanquam spoliatus a nudo, en ScuolCat. 85 (1957) 161-76.

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