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176 ALEJANDRO DE VILLALMONTE cedentes históricos del documento, la génesis concreta del mismo; rea­ liza un estudio lengüístico de cada palabra, de cada frase, en su con­ texto diacrònico y sincrónico hasta llegar a esclarecer el contenido doctrinal. A éste se le valora como perfectamente vigente también para el creyente de hoy; se deducen de él las pertinentes aplicaciones y conclusiones, se le pone en relación con otras verdades pertenecientes al mismo bloque doctrinal teológico que se está estudiando. Con todo esto se ha realizado un trabajo sin duda alguna indispensable, básico, para la integral comprensión del texto, que es la meta final a que se aspira. En el «comentarista» que no es o no quiere ser «hermeneuta» el sentido actual, se puede detectar una filosofía de base, concreta­ mente una gnoseologia que determina la forma que él tiene de tratar el texto. El comentarista hic et nunc (es decir, cuando se comporta como tal) utiliza una filosofía preponderante y excesivamente objeti- vista, basada en un concepto ahistórico, supratemporal, de la verdad humana; la cual participaría de la inmutabilidad y perennidad de la esencia de las cosas en sí. Basado en una concepción ingenua y pre- crítica de la verdad como «adaequatio rei et intellectus», entiende el dicho este en forma casi mecánica, como si la mente humana, en su proceso cognoscitivo, realizase una especie de fotocopia de lo que está ahí, fuera del hombre. La mente pura ante la realidad pura, decía un viejo profesor nuestro, para captar la realidad inmutable, esencial de las cosas, al menos cuando se quería llegar a un conocimiento cien­ tífico, último, de la realidad. Como consecuencia de esta fe ingenua, precrítica respecto a la posibilidad humana de captar la verdad objeti­ va, inmutable, supratemporal, perennemente válida de las cosas, tam­ bién el lenguaje era revestido de similares propiedades. Al menos el lenguaje de los saberes nobles, como la metafísica y la teología especu­ lativa. Así se explica que ciertas palabras y fórmulas consideradas bá­ sicas, adquiriesen un estatuto ontològico y gnoseològico más propio de las sustancias metafísicas y de las cosas físicas que ya no se mudan más. Se desatendía (y se tenía por sospechoso incluso) hablar de la finitud y limitaciones internas; de la historicidad, relatividad y corre­ en nuestro caso, hay que conceder a lamentalidad religioso-teológica de la época, ya que se trata de estudiar un texto de contenido e intencionalidad teológica. Recuérdese la frase alemana Sitz imLeben, tan utilizada en la exégesis bíblica y válida para la exégesis de cualquier texto y de cualquier hecho histórico que haya de ser interpretado.

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