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Q u é «enseña» T re n to so b re e l pecado o r ig in a l La enseñanza cristiana sobre el pecado original (abreviamos, p. or.), está siendo objeto de una vivaz controversia. El que la haya seguido con atención habrá advertido que el decreto tridentino «sobre el pecado original» ha sido, en última instancia, la norma y la horma dentro de la cual han querido moverse las nuevas interpretaciones de los teólo­ gos. Incluso cuando ellas fueran entre sí divergentes y aun ostensible­ mente opuestas. Ni podía ser de otra manera, dado que todos reconocen al Magisterio la prerrogativa de ser el hermeneuta supremo, la instancia definidora, siempre que surjan discusiones sobre la forma en que la Palabra de Dios ha de ser oída, entendida, públicamente confesada por la comunidad de los creyentes. Durante los muchos siglos en que esta doctrina tuvo vigencia e influencia en la vida religiosa de la Iglesia, los pastores de almas y los teólogos la apoyaban sobre estas bases: 1 ) en el argumento de Escritura, pues les parecía indudable que se trataba de una verdad revalada por Dios en la Biblia; 2) argumento de Tradición, cuya cul­ minación y manifestación solemne, autoritaria, era el decreto triden­ tino «de peccato originali»; 3) la aportación de la razón teológica se hacía desde una doble perspectiva: a) por un lado, se presentaba la afirmación del p. or. como presupuesto indispensable para una correcta, ortodoxa, intelección y confesión del dogma básico del cristianismo: la universalidad y la necesidad de la redención de Cristo, así como la correlativa impotencia del hombre para salvarse. De menor importancia en los últimos siglos, pero muy operante en los inicios de esta creencia fue, b) el argumento experimental : la afirmación del p. or. surge como teoría subsidiaria, como alternativa la más razonable para explicar la innata pecaminosidad humana, el problema del mal. También para resolver el problema de la teodicea.

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