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96 B E R N A R D IN O D E A R M E L L A D A traña la convicción de una realidad más allá de lo que se puede com­ probar o controlar por el juego operativo de las ciencias, incluso de la filosofía. Esta realidad irrumpe en la vida de los hombres no sólo con la novedad de una significación sino también de un contenido. E l peli­ gro está en interpretar este contenido como simple dimensión latente de la realidad manifiesta y quedarse así en el panteísmo; o, por el contrario, verlo como una realidad separada que juega caprichosamente con los hombres, convirtiendo la religión en simple demonismo. E s en Israel donde, con la idea de la creación, se expresa una visión de Dios más equilibrada y profunda, que hace pensar en alguien trascendente y supremo y, a la vez, íntimamente presente como realidad metafísica. La experiencia religiosa comporta, como posibilitación y límite al mismo tiempo, elementos antropomórficos, metafísicos, dialogales y apofáticos, con influjo recíproco respecto de la manera de ver el mundo, el hombre y la historia. La serie de reacciones (reconocimiento, adora­ ción, protesta, fanatismo, estoicismo...) que se pueden artificialmente particularizar analizando al hombre religioso, no deben llevar a apre­ ciaciones falsas. La religión pretende la totalidad en el sentido de la existencia, aunque en las manifestaciones concretas tal vez sólo aparez­ ca como contraposición dialéctica. E l impacto del cristianismo es que esa tensión a la totalidad se manifiesta en un hombre, hecha paradoja y misterio. No todos los hombres se dejan posesionar de esa experiencia. Contra la idea de que todo el mundo es, en última instancia cristiano anónimo, hay que afirmar como posible la increencia total, la cuasi experiencia mística de la finitud en una provisionalidad sin contrapartida positiva, pero en la que es «bonito jugar» dentro de unas reglas capaces de gene­ rar ambiente moral y altruista... Este increyente moral se pasará ins­ tintivamente a religiones sustitución (asociación, partido ...) que no hay por qué infravalorar. Hay tres grandes focos de simbolización religiosa: naturaleza (en sus ritmos de vida y muerte, etc.), historia (con sus hechos y protago­ nistas que encarnan los deseos y logros humanos para vencer los ritmos de la naturaleza) y persona (la figura nueva y personal — Cristo— que recupera la naturaleza y la historia con su palabra profètica y deja patente el camino hacia la plenitud: ese «tal cual» de la realidad, nota y hasta la 11 inclusive se refiere el nombre de cada ponente y el título de su intervención.

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