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EL DIOS INSUSTITUIBLE 109 del conocimiento de Dios pueden depender de una opción libre. Sería el hombre quien crearía con su libertad su relación cognoscitiva de Dios: una prioridad o iniciativa de la opción humana inadmisible para el conocimiento de fe, lo mismo que para el natural. Esta idea de la afirmación de Dios en una decisión optativa trae a la mente la concepción escotista de Dios como objeto libre, que no se conquista por el entendimiento sino que se le recibe en la oferta incon- dicionada del amor. Pero esto, en el escotismo, quiere ser explicación básica del orden nuevo de la sobrenaturaleza, suponiendo la raíz natu­ ral de un conocimiento lógicamente previo. 2 . Hubiera sido oportuna una llamada de atención a perspectivas teístas que quedan intactas después de las aludidas críticas científicas de la religión. Me refiero a la experiencia humana del «sentido de la totalidad» y los «valores» espirituales. Puede ser científico el empeño en deslindar los mecanismos psíquicos y las fuentes sociológicas del fenómeno religioso. Pero, suponer que la religión no tiene aspecto algu­ no irreductible a los análisis sociológicos o psicológicos, es una petición de principio sin fuerza lógica para cerrar la posible salida a la tras­ cendencia. La tensión hacia una síntesis suprema no se puede apagar en esa cerrazón sin posibilidad de eco. Pues entonces, lo mismo el amor que el odio vendrían a ser un resultado fatal de sumas y restas com­ binadas. Es decir, se tendría el absurdo de que en la dispersión de lo analítico se acabaría identificando lo contradictorio. Y esto tenemos que prohibírnoslo so pena de pervertir la función misma de la razón humana. 3. Una reconvención hecha con frecuencia al cristianismo es no haber iluminado con mayor eficacia muchos problemas humanos de este mundo. Es tal, a veces, la persistencia y documentación de ese cargo, que llega incluso a crear un cierto complejo de inferioridad en algunos creyentes. Como si se hubieran metido en una lucha con armas in­ adecuadas. Tal actitud es injustificada e inaceptable. Si las respuestas penúlti­ mas (a los problemas temporales) han sido quizás culpablemente des­ cuidadas, ello no quita para que la función primera e insustituible del cristianismo —dar respuestas últimas a los problemas del hombre— haya sido y continúe siendo su valor y mérito decisivo frente a la his­ toria y frente al futuro. Esclavizar al hombre haciendo de su esperanza una mordaza, es anticristiano por ser inhumano. Como es inhumano, por ser anticristiano, inducirle al espejismo de que en la liberación terrena se cifra su posi

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