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EL DIOS INSUSTITUIBLE 107 La diferencia entre el humanismo ateo y el humanismo cristiano salta a la vista. Para mentalidades ciegas a la metafísica será imprac­ ticable el camino del convencimiento filosófico. Nadie les niega el de­ recho a transitar por la ciencia y la fenomenología. Pero al hacerlo de modo excluyente, quedan inhabilitados para descubrir al «Deus abs- conditus». Su humanismo, sin embargo, deja al hombre dueño del sinsentido y de la nada. Mientras, el humanismo cristiano descubre en una Persona el su­ jeto firme que da consistencia a su ser en victoria sobre la muerte. Dios no es el enemigo del hombre, sino el amigo que comunica al hom­ bre —y a la tierra— sentido y esperanza. La opción —que presupone la gracia— no resulta difícil. 9. Preocupación activa de la Iglesia oficial 10 Pablo VI quiso proseguir y desarrollar la línea de sus predecesores en el diálogo con la cultura y el mundo contemporáneo. El Concilio Vaticano II, especialmente en la constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo de hoy, sancionó y amplió esta línea. Antes de la última sesión conciliar, en abril de 1965, el Papa instituyó formalmente el Secretariado Pontificio para los No-Creyentes. Se puede considerar este secretariado como un auténtico «signo de los tiempos». La finalidad concreta del mismo es doble: estudiar la no-creencia en sus distintas formas y promover el diálogo con los no creyentes. La dificultad teó­ rica y práctica del diálogo salta a la vista. Si el diálogo de la fe con las distintas culturas y humanismos es necesario por la misma finalidad de la fe (fecundar las diversas culturas sin desnaturalizarlas), el diá­ logo con una cultura intrínsecamente atea constituye un problema extremadamente difícil, pues no se ve punto de conexión mientras los dialogantes sigan fieles a su postura fundamental. El inconveniente inicial se agravó más todavía por la actitud eclesialmente irresponsable de varios grupos de cristianos que decían identificarse parcialmente con los marxistas. Tiene que ser desde el estudio, no como fin en sí mismo sino orde­ nado al diálogo y a la acción pastoral, desde donde se puede ir escla­ reciendo alguna pista de acción. Ya la misma existencia del Secreta­ riado, como advirtió Pablo VI, es una muestra de la solicitud de la Iglesia por todos los hombres. 10. V . M ia ñ o , El Secretariado Pontificio para los no creyentes', sus objetivos, realizaciones y perspectivas de futuro.

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