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106 BERNARDINO DE ARMELLADA 8 . Fe cristiana y ateísmo contemporáneo 9 El fenómeno del ateísmo contemporáneo es una especie de dege­ neración de la cultura del renacimiento, que, al desarrollar la racio­ nalidad en la doble línea de la ciencia experimental y la filosofía, se aleja, poco a poco, de toda visión sobrenatural. El Dios de los cre­ yentes pasa a ser el Dios de los filósofos, sean creyentes o no. Dios es considerado como puro ingrediente sistemático de un pensamiento válido para todos los hombres. A partir de ahí, se desencadena el incon­ tenible proceso de la secularización del pensamiento. La metafísica moderna intentará repetidamente la experiencia inte­ lectual de Dios como realidad sustentadora de su pensamiento y, en su afán de liberarse de la revelación cristiana, terminará renunciando al concepto y a la realidad misma de Dios. Esta renuncia a Dios deja al hombre sin más recursos que la natu­ raleza y su propia humanidad: humanismo de la naturaleza y natura­ lismo del hombre. Esta autonomía y exclusividad en el desamparo es el sarcástico argumento de los que afirman que el ateísmo es un hu­ manismo. Todas las formas filosóficas del ateísmo contemporáneo profesan un agnosticismo impenitente. Marxismo, existencialismo y otros progra­ mas humanistas, antes de tomarse la molestia de demostrar la inexis­ tencia de Dios, han optado por el hombre: «Que no haya Dios, para que el hombre sea». Ven en Dios al enemigo del hombre, al invasor de su autonomía. En este contexto se aprecia todo el sentido anticristiano de la frase de Nietzsche: Dios ha muerto y su muerte es la vida del mundo. Si exigimos las credenciales del ateísmo contemporáneo, se encon­ trará su raíz en Hegel. En una inversión teológica del misterio de la encarnación (o de la eucaristía) es la humanidad la que se hace con las propiedades de Dios. El hombre tiene que reconocerse como hori­ zonte último de toda concepción del universo y de la vida. El será la medida de todas las cosas y de todas las perfecciones. Pero, la expe­ riencia de que el hombre singular es limitado y que, una vez muerto, todo será para él como si no hubiera existido, lleva al humanismo ateo a la idea de una trascendencia intramundana cifrada en la coexistencia, en la apertura al otro; es decir, a la idea de una humanidad sin sujeto ni personalidad, soporte ficticio de todas las prerrogativas. 9. A. González Alvarez, Fe cristiana y ateísmo contemporáneo.

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