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94 M . G O N Z Á L E Z Nos ha gustado menos que lo franciscano se diluya de tal modo, en ocasiones, que parezca un ideal común para todo cristiano. A sí como también ciertas afirmaciones (especialmente en materia de pobreza) que nos parecen del todo utópicas. E l mismo a. lo reconoce en el epí­ logo titulado Una última palabra. Pero, elevemos inconteniblemente hoy, como lo han hecho en los siglos pasados, un grito de esperanza: porque el fuego, la experiencia de Francisco, la continuación de ideal no se ha extinguido a pesar de la mediocridad de los que hoy debemos ser sus testigos y continuadores de su proyecto evangélico. M. G o n z á l e z

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