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D E N U E VO F R A N C IS C O 93 de tal proyecto «no sólo para la familia franciscana, sino para todo grupo religioso en el cristianismo» (p. 57). Tal proyecto de vida es comparado brevemente con las formas religiosas del siglo X I I I (órdenes monásticas, militares, movimientos laicos, nuevas órdenes — trinitarios y predicadores— ) y las posteriores (mínimos, carmelo reformado, je­ suítas...). En el capítulo quinto se responde a una pregunta comprometedora: ¿se puede revivir la aventura franciscana ? Naturalmente, la «aventura franciscana» se compone de varios elementos: Francisco como arque­ tipo, los primeros hermanos, santa Clara y sus compañeras, la tercera orden secular. Los intérpretes del fenómeno franciscano también tienen distinta óptica y criterios: escritos propios de Francisco, variedad de biógrafos y cronistas contemporáneos al santo y posteriores, las gene­ raciones de hombres y mujeres que han transmitido hasta hoy la aven­ tura franciscana en una experiencia continuada. La pregunta por el revivir de la aventura tiene una contestación negativa en algunos elementos que no se podrán repetir nunca más: — el carisma personal de Francisco — la forma de vida del primer grupo de compañeros de Francisco — la interpretación literal de la regla. Pero también hay una forma positiva de responder al desafío: a) V iv ir según el evangelio, siguiendo las enseñanzas y huellas de nuestro señor Jesucristo. b) O rar siempre a D ios con puro corazón, volviéndonos a E l sin cesar. c) Mostrarse entre sí de la misma familia, pues el evangelio ha de ser vivido en comunidad de hermanos. En esta perspectiva cobrarían sentido el celibato, la comunidad de bienes, la fraternidad universal. d) Servir al Señor en pobreza y humildad. Pobreza exterior que sea perceptible a los hombres de hoy y pobreza interior como apertura a la riqueza de D ios y confianza en su salvación. Hum ildad que excluye todo poder material o espiritual. e) En comunión y sumisión a la Iglesia y para el mundo. Este sería el contenido de la obra de T . Matura a grandes rasgos. Las sugerencias e indicaciones útiles son numerosísimas. A nosotros nos ha gustado que se señalen claramente los diversos elementos que integran el franciscanismo y la aceptación de su «historicidad». Que el franciscanismo tiene ciertamente una referencia al pasado, pero que no es simple y exclusivamente pasado sino vitalidad presente y evolu­ tiva.

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