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M A R X IS M O Y C R IS T IA N IS M O . 67 terística del marxismo cubano. Y si se tiene en cuenta que este texto fue aprobado en diciembre de 1975 y en América Latina, el continente en el que, posiblemente, los cristianos se han comprometido con mayor fuerza y decisión en el proceso histórico de transformación de la rea­ lidad social, resulta casi imposible no calificar la pereza del marxismo cubano, en este punto, como una pereza de mala fe. Pues no es una pereza ignorante. No se desconoce, en efecto, que muchos cristianos, concretamente en América Latina, han interpretado su fe religiosa como la razón fundamental de su compromiso socio-político, de su opción por los pobres y oprimidos, e incluso de su elección por un orden socia­ lista. A sí se saluda positivamente en la «Tesis» la aparición de grupos tales como el de «Cristianos por el socialismo», el de «Sacerdotes tercer- mundistas», el de «Sacerdotes por el pueblo», etc. ¿Por qué, entonces, nos preguntamos, no se ha tenido en cuenta en la «Tesis» la aparición de estos grupos de cristianos comprometidos para puntualizar, al menos parcialmente, la sentencia clásica de que la religión, en base a su contenido mismo, constituye una fuerza con­ servadora? ¿Por qué no se ha reparado en el hecho de que los grupos cristianos mencionados son, en verdad, expresión de una manera deter­ minada de v iv ir la fe religiosa que cuestiona y niega incluso la afirma­ ción generalizadora de que la religión lleva necesariamente a una acti­ tud de conformismo y de mansedumbre? ¿Por qué, en definitiva, no se ha querido ver que esa forma de v iv ir la fe religiosa implica, al menos como pregunta, la posibilidad de v iv ir la religión en formas tales que no contengan ningún momento alienante? Las omisiones manifiestas en las preguntas anteriores encuentran su razón de ser en lo que ya hemos denominado como la pereza de mala fe del marxismo cubano, pues se sabe que, concretamente en América Latina, muchos cristianos viven su fe religiosa como el mejor y último fundamento de su compromiso y esperanza en la humanización del mundo histórico; pero se evita pensar por cuenta propia este fenómeno nuevo para poder silenciar así la pregunta que implica: si la religión tiene que presentarse, es decir, ser vivida siempre y necesariamente, como una alienación. Precisamente, el silenciar la pregunta anterior hace posible que, a pesar de la mención expresa de grupos de cristianos comprometidos en la liberación de sus pueblos, se insista en la «Tesis» en la validez uni­ versal del juicio marxista-leninista acerca de la función social de la religión, asegurándose que la religión, sin excepciones de ninguna cía

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