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A N O T A C IO N E S S O B R E E L E S C E P T IC IS M O . 57 general, el escéptico es capaz de regresar reflexivamente a la sim­ plicidad de la nature ( I I I , 13, 1042c). Hablar de la simplicidad de espíritu en Montaigne, de una profundidad modesta y reservada que ha recorrido todas las antinomias del conocimiento y que ha descu­ bierto la nature como horizonte enmarcante del pensamiento, de la vida y de la muerte, es hablar del camino que regresa conscientemente a la naturaleza, es decir, del método escéptico. En esta familiaridad con la nature no existe ninguna fuerza volun­ taria y, por ello, no se trata de esconder o disminuir las angustias de la finitud M; más bien, se encuentra un trato reconciliante, porque es la naturaleza misma la que lleva casi imperceptiblemente a la muerte. Es, ante todo, la vejez, la debilidad y el paso del tiempo quienes ponen al hombre en el ritmo de aparecer y desaparecer, en l’ordre de Vuni- vers ( I, 21, 105a). En esta manera de ceder y aceptar, se encuentra el aspecto más característico de la interpretación de la finitud por Mon­ taigne. Es la confianza sobre el fondo pre-reflexivo de la nature quien muestra un camino más seguro que la especulación teórica o la angus­ tia 3S: «Vostre mort est une des pieces de l’ordre de l’univers; c’est une piece de la vie du monde » ( I, 21, 105a). Igualmente, en esta acentua­ ción del aspecto guiador de la nature ( I I I , 13, 1042c), se encuentra el punto decisivo donde Montaigne abandona la tradición antigua: tanto el heroísmo o la libertad de su icid io36, como las teorías cristianas del pecado, de culpabilidad, de castigo o bien la idea de secunda m ors 37. Montaigne habla frecuentemente en términos de ma mort ( I I I , 13, 1073c), d ’une mort refcueillie en soy ( I I I , 9, 949b), toute mienne ( I I I , 9, 949b). Las teorías metafísicas e igualmente las influencias diversas de la tradición antigua y cristiana están, para Montaigne, suspendidas y relativizadas por esta intimidad del conocimiento que soporta la pro­ ximidad de la finitud: «II faut souffrir doucement les loix de nostre condition » ( I I I , 13, 1059b). Entre tanto, se malentendería a Montaigne si se tomara el tema de la finitud como el único centro de su reflexión. Mucho más perfilada 34. Essais II, 6 , 355a. 35. Essais I, 20 , 103/4c. Cf. también I, 20, 103a. Se debe indicar que Mon­ taigne, según la tradición estoica, tiende a interpretar la armonía de la nature (II, 13, 1085b/c) como un orden divino (III, 13, 1042c); H. W e b e r , Mon­ taigne et l’idée de nature, Torino 1965, 43-63. 36. Essais II, 3, 338 ss. 37. A u g u s t in u s , De civ. Dei XIII, 2: PL 41, 377; XIII, 12: PL 41, 385; cf. también J. C. P l u m p e , Mors secunda, en Mélanges De Ghellinck I, Bruxelles 1951, 387403.

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