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A N O T A C IO N E S S O B R E E L E S C E P T IC IS M O . 59 ritmo de la naturaleza, en el cambio permanente del nacer y pasar. En ese proceso, el fin pierde su aspecto de angustia en la medida que la reflexión humana se deja llevar por el ritmo de la naturaleza. E s una característica de Montaigne evitar todo aspecto ético, tanto el heroísmo de la serenidad estoica, como la interpretación cristiana de la muerte en el sentido de penitencia del pecado original y sentencia definitiva de la vida. Pero, esa ruptura escéptica con la tradición es compensada por una actitud nueva que se orienta a la sinceridad y la verdad de la vida humana, una sinceridad y abertura que acepta toda la complejidad de la vida con sus angustias y sus temores40, al mismo tiempo que con sabiduría y tranquilidad frente a la naturaleza. Lo que la teología tradicional ha descrito como natura vulnerata ^ , el mundo con sus faltas, debilidades e injusticias es, para Montaigne, la dimen­ sión humana y verdadera de la vida. Y en esta actitud acogedora — y no en una crítica exp lícita42— se deberá ver la distancia interna frente a la tradición cristiana. Montaigne interpreta el mundo humano desde un punto de vista pre-cristiano, pero que acepta, no obstante, la fragi­ lidad e inseguridad del hombre sin prejuicios éticos. Es ésta, también, la razón por la cual los grandes temas de la antigüedad, como la fama, la victoria, o bien la inmortalidad del alma en el contexto cristiano, no son ya válidos para él. E l fin de la vida es le sault au non estre ( I, 20, 104b), hors de l’estre ( I , 3, 35c) — más allá de lo cual no se puede decir nada. Pero, justamente en relación a este lím ite absoluto, la vida gana en sí misma la riqueza inconmensurable de la experiencia, la libertad que conoce los extremos y que es capaz de aceptar y renunciar ( I I I , 13, 1083b). Es, entonces, esa finitud de la vida la que soporta la sublimidad de la experiencia mundana. F. Nietzsche — que se encuentra entre los filósofos que no resis­ tieron la tensión de la síntesis cristiana-antigua— habla en uno de sus 41. A u g u s t in u s , De nal. et grat. 53, 62: PL 44, 277; Contra lui. imp. II, 177: PL 45, 1218; De civ. Dei X III, 3: PL 41, 378. Cf. por el contrario, el célebre pasaje en S a in t e -B e u v e , Fort Royal, ed. Pléiade, I, 836: «Montaigne ce n’est pas un système philosophique, ce n’est pas avant tout un sceptique, un pyrrhonien, non; Montaigne c’est tout simplement la nature... la nature complet, sans la grâce». 42. Se debe subrayar que Montaigne, en las cuestiones prácticas de la reli­ gión, es más bien conservador ( Essais II, 12, 544a/b). Pero, en su actitud inte­ lectual, permanece crítico y separado. Pascal, en su rigidez intelectual, ha recha­ zado polémicamente esta actitud ( Pensées, ed. Garnier, frag. 813; L. B r u n s c h v ic g , Descartes et Pascal lecteurs de Montaigne, Neuchatel 1945, 135 ss.).

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