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DISCURSO DE LA MISION 13 doce primeros. Y puesto que mathétes es paradigma de cristiano, el gran discurso misional es una llamada universal a la difusión del Reino. La obra de la comunidad es continuar la obra del Maestro (M t 4, 23 = 10, 7 ) 12. Mateo está viviendo una experiencia eclesial, la de una comunidad en expansión, agitada por contrastes internos y persecuciones externas (cf. Hechos 28, 22) que necesita ser iluminada. No niega la existencia de una misión reservada a los doce — de la que se conservan vestigios— , sino que la reasume y actualiza mediante la incorporación de otros materiales para que sirva a la misión universal del discípulo. E l factor de la comunidad es determinante, pero me parece excesiva la insistencia de W . E . Bundy en una total y absoluta creatividad por parte de la comunidad mateana B. Esta, en una situación de extrema dificultad, vuelve la mirada a los dichos y tradiciones del Señor para, reflexionan­ do sobre ellos, extraer en fórmulas, quizá nuevas, la luz para la nueva situación. No quiere volatilizar la experiencia; la doctrina se arraiga en el Maestro (aunque sea imposible individuar, a veces, con precisión el logion de Jesús) y en sus primeros testigos, los doce; apela al testi­ monio de estos, pero no está interesado en pura historia arqueológica sino en adelantar el dinamismo comunitario. Pretende iluminar una situación, no contar una historia. ¿Quién habla en este discurso? ¿Jesús o la comunidad? ¿En qué momento y ambiente situarlo? ¿En una instrucción de Jesús a los doce o en una catequesis eclesial? Acabo de afirmar que es la comunidad quien se auto-comprende y redimensiona su problemática a la luz de la vida y doctrina del Maestro, del mismo modo que, en los caps. 11-16, la misión de Jesús y su en­ cuentro con los fariseos es vista a la luz de la experiencia de la prim i­ tiva comunidad. No existe oposición, sino continuación en profundidad entre Jesús-Comunidad. No obstante el proceso redaccional, que pre­ tende situar el discurso en los tiempos de Jesús de Nazaret, ciertos elementos literarios nos advierten de su inverosimilitud, y por tanto de lo artificial de tal recurso. Este discurso «es el clásico ejemplo en la tradición sinóptica de lo que el historiador profesional llama ana­ cronismo: el escritor compone discursos para sus coetáneos, situándolos 12. L. Sabourin, I l Vangelo de Matteo, Roma 1975, 113-129. 13. O. e., 153-163.

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