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D ISCU R SO DE LA M ISION 19 La introducción de una obra, si está bien lograda, debe enmarcarla, «situarla», ofreciendo los puntos claves de interpretación que encon­ trarán su confirmación y desarrollo a lo largo de la misma. Mateo 9, 35-38 se sitúa claramente en un marco escatològico mesiánico. Jesús aparece encarnando las actitudes típicas de la restauración definitiva enunciadas en Is 35, 5 ss. y 61, 1 (a las que explícitamente se refiere M t 11, 5-6). La muchedumbre — ovejas sin pastor— (cf. 1 Re 22, 1 7; Núm 27, 17), es posteriormente tipificada como «mies abundante» (tal cambio de imagen se debe a la combinación constante que Mateo hace de las dos fuentes: Me 6, 34 y Le 10, 2), concepto que posee hondas resonancias escatológicas, de juicio (M t 13, 24-30. 36-43). Con esta introducción, Mateo orienta escatològicamente toda la unidad literaria que comprende el capítulo 10 20, donde no sólo Jesús — que se autodefine como el erchomenos (vv. 34-35)— , sino también el discípulo, debe encarnar las mismas actitudes escatológicas: toda la existencia del que escucha (vv. 5-15), del que va a predicar (vv. 16-31) y de los mismos creyentes que lo aceptan (vv. 32-42), se coloca ante la urgencia escatològica21. Si bien es verdad que el discípulo no es enviado a segar la mies, emitiendo un juicio decisivo sobre el mundo — los segadores los envía el Padre, no Jesús; es ergates, no theristès, a semejanza del H ijo del Hombre «que no ha venido a juzgar al mundo sino a salvar al mundo» (Jn 12, 4 7)— , no es menos cierto que su mensaje y su misma persona colocan a los otros ante el juicio de Dios. De ahí que se dé la trans­ formación de ovejas en lobos, y la llamada de atención del v. 17. E l evangelio y el discípulo — como Jesús— están puestos para que ante ellos se descubran los pensamientos de muchos (Le 2, 34). E n esta perspectiva, el juicio no es una realidad extrínseca al hombre, sino que se decide en el interior del mismo, ante la opción que hace de la Palabra en el mundo (M t 10, 37-42; Jn 12, 48). E l Evangelio, y su anuncio, se han convertido en una realidad esca­ tològica, de juicio, y el discípulo (el creyente) como testimonio de tal mensaje entra en este contexto. Sin embargo, como más adelante seña­ laré, para Mateo esta escatologia se ha convertido más en una categoría teológica que en el anuncio de un fin a corto plazo (M t 28, 16-20; 25, 19). E l diferirse de la parusía, experimentado en la transición de la 20. L. Sabourin, o. c., 101. 21. J. R. P ikaza, Teología de Los Evangelios de Jesús, Salamanca 1974, 154-158.

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