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IGLESIA INSTITUCION. 383 aparece como activa para ella, pero pasiva para quien asiste a ella o es de ella, que viene de arriba y ante la que hay que tragarse todo sin chis tar. Por otra parte, presenta a un Dios ultraterreno, desencarnado del acon tecer humano, y con frecuencia a un D ios policía que premia a los buenos y castiga a los malos. La vida de estos fieles, que viven intensamente en el mundo, no halla eco en esa Iglesia que, en principio, se desentiende de todo, y que vive en cerrada en templos y sacristías, ausente totalmente de su entorno socio- político-religioso, en el que se ven inmersos sus fieles, y en el que ellos se juegan la vida. Ante esta actitud no participativa que ellos repudian, y ante la figura de ese Dios que presenta la Iglesia, esa Iglesia ausente de la vida que ellos viven intensamente en toda su problemática terrena, existe un rechazo lógico, pues adivinan, que si Dios creó el mundo y la Iglesia es la continuación de la obra de Dios, no puede ahora desentenderse del mundo: sería una jugada demasiado grande; pero como la realidad es muy otra, acaban por abandonar sobre todo a la Iglesia, por no dar el rostro que de ella y de D ios debería dar, y no tanto a D ios del que dicen que la Iglesia da una imagen falsa, como si lo tuviera secuestrado. Muchos de estos fieles, sobre todo jóvenes, rechazan a la Iglesia, prescinden de ella, y no tanto a Dios en el que aún siguen creyendo, del que dicen que es demasiado grande como para que la Iglesia lo acapare. Por otra parte muchos de ellos militan en partidos políticos, centrales sindicales y otros cometidos terrenos en los que se sienten protagonistas y activos, que, sobre todo, se cuenta con ellos, y en especial con la juventud, y esto contrasta terriblemente con la nula participación que tienen en la Iglesia. Otros, sobre todo los militantes más sobresalientes en los partidos políticos, antes cristianos y practicantes (recordemos muchos de los militantes de E T A en Euskadi) han roto incluso con Dios no queriendo saber ya nada ni de uno ni de otra, viendo a ambos como una alienación de la persona según la doctrina marxista en la que se han inspirado y en la que encuentran protagonismo, participación y eco en sus iniciativas. Otros, en fin, han roto con la Iglesia por no hallar en ella resonancia alguna sus inquietudes tem porales, que son las que viven y las que informan su vida, pasando a una lucha maxista donde se sienten más comprometidos y apoyados. Recordemos a la O R T de clara inspiración marxista, fundada sobre todo por militantes cristianos de la H O A C y de la JO C , en las que se quemaron por no hallar sus golpes eco alguno en la Iglesia. No faltan quienes han partido de unas Comunidades Cristianas de Base, llevados de la mejor buena intención, lo vemos claramente en Euskadi, pero se han alejado de ellas y de todo, porque, a pesar de la encarnación y com promiso de esas Comunidades a todos los niveles, se han visto sofocados
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