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IGLESIA INSTITUCION. 381 3 . A n t í t e s i s i n e v i t a b l e : ¿ d o s i g l e s i a s , y u n a p a r a l e l a r e s p e c t o d e l a o t r a ? Hoy la que predomina con mucho es la Iglesia institución; estamos todos cogidos por esa institucionalización que a muchos ahoga, a otros paraliza, y otros no saben cómo deshacerse de ella. Las Comunidades Cristianas de Base, la Iglesia que surge desde abajo, de la base, es la antítesis de esa otra Iglesia que nos viene desde arriba, como impuesta, y que desde el naci­ miento hasta la muerte nos señala cuáles son las reglas del juego. De ahí que tengamos como dos iglesias, y que la nueva, por ser la más reciente, sea considerada por la poderosa, por la imperante, como iglesia-paralela. Esa prevención existe, y así se la define en la mayor parte de los orga­ nismos jerárquicos de la Iglesia, apareciendo una y otra como dos líneas equidistantes que nunca se juntan, como dos paralelas, cuyo punto de par­ tida la de una es de arriba y la de otra, de abajo: la que flota sobre el mundo como un globo, y la que se incrustra en la vida como una jabalina. Esto más en la iglesia occidental que en la del tercer mundo, sobre todo en sudamérica donde estas Comunidades han tomado un auge tal que se las considera como la fuerte esperanza de la Iglesia en aquel continente. No olvidemos que los obispos sudamericanos al terminar el Concilio propusieron al resto de los obispos dejar los anillos y pectorales a los pies del Papa, como gesto de encarnación, de simplicidad y de desprendimiento, gesto que fue rechazado por el resto del episcopado, sobre todo por el episcopado occi­ dental situado en las naciones más capitalistas. Por eso nos preguntamos como al principio: ¿han digerido los Padres Conciliares el Concilio que ellos hicieron, sobre todo la Lumen Gentium y la Gaudium et spes, que son las que matizan la posición de la Iglesia en el mundo, su estructura y cómo debe ser? Repetimos como antes: creemos que la acción del Espíritu en el Concilio ha ido mucho más lejos que lo que podían imaginarse los dichos Padres Conciliares, quedando estos desbordados por Aquél. No nos cabe duda que estas Comunidades Cristianas, esa, mal llamada por la otra, iglesia-paralela, es la que más de acuerdo está con lo que se expone en la constitución conciliar, y que estamos seguros acabará por triunfar trayendo hacia sí, purificando esa Iglesia institución que impera desde los tiempos de Constantino, y que alguien ha llamado «Cristianismo convencional»7. No obstante, y a pesar de los esfuerzos de esas Comunidades por v iv ir encarnadas en el mundo, creemos que pesa sobremanera sobre ellas la Iglesia institución. Quieran que no, tienen que relacionarse con ella, pues se deben 7. H . F i o l e t - H . V an d er Linde, Fin del cristianismo convencional, Salamanca 1969

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