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IGLESIA INSTITUCION. 379 dos alejados del mundo; y el mismo Papa da la sensación de un santón, más para los extraños a la religión Cristina, que sólo se deja ver los miércoles y unos minutos el domingo, adonde acuden emocionados fieles de todo el orbe a ver algo que parece extraterreno. Su figura sigue escondida en el castillo Vaticano envuelto en cien mil papeles y ocupado en la más alta burocracia de la Iglesia. Los sacerdotes se ahogan en sus despachos y aparecen también como funcionarios de una institución en la que prima el papeleo. La Iglesia no está en la vida; parece ausente de ella y viviendo otra realidad, dando a la vez, y como contraste sobre el mundo, una sensación de poder de autoridad que se dice la máxima, de poder económico a la que se la juzga de las más ricas, y de poder intelectual que no termina de asumir el pensamiento de nuestro tiempo. E l aupamiento que tiene sobre el mundo, desconectada de él, ha ido en aumento desde el Edicto de M ilán 3 13 , man­ teniéndose en una línea extramundana, alejada de la vida, moviéndose como un ente superior que pacta diplomáticamente de poder a poder. A la Iglesia la tenemos que desnudar de todo esto: de papeles, palacios y riquezas de cualquier tipo; y se impone una revisión a fondo de toda ella, y un cambio total que va desde el Papa hasta el último cura de aldea. Tene­ mos que enfrentarnos con esa Iglesia institución que se ha montado sobre el mundo y que se mantiene por encima de él sin tocar tierra, y hacerla bajar, pobre, desnuda y sencilla, al mundo para el que fuera creada. No es ir contra la Iglesia sino ayudarla a que desmantele y se deshaga de una vez para siempre de todo lo que para ella es anti-Iglesia y antievangelio, de todo lo que nocivamente mundano, que ni los mismos del mundo lo admiten, se le ha pegado a través de los siglos. Casualmente, llamados por ese amor profundo a la Iglesia, debemos de hacerle ese favor: ayudarle para que encuentre de una vez por todas el lugar que le corresponde en ese mundo, y que no es otro que el de mez­ clarse, pero al vivo, con los problemas de la gente, del mundo, estar inmersa en él, no separada como hasta ahora, humilde, como levadura, o como fermento, pero en medio de la masa. Todo esto entraña un cambio de eclesiologfa que da vuelta a toda ella: una eclesiología vieja que se impone desde arriba, cuyo prototipo es la Iglesia institución, que te la dan hecha, y que porta un evangelio que también viene desde arriba, y una eclesiología nueva que nace de la base, de abajo, donde se enraiza una jerarquía de y para el pueblo, y que también es portadora de un evangelio que sabe asumir la vida misma.

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