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376 ROBERTO GARCIA-RAMIREZ que, estamos seguros, no sabían ni los mismos Padres Conciliares, que eran los protagonistas materiales del Concilio y los que confeccionaron y votaron las Constituciones y Decretos, a qué se comprometían y a qué daban a luz, y nos atreveríamos a decir que ni el mismo Papa Juan con todo lo profeta y carismático que era. La Iglesia en el Concilio hundió las rejas hasta lo más profundo de ella misma, dejando allá en el fondo, en una dinámica germinativa terrible lo que un día removieron y sembraron 2.500 Padres Conciliares. Podemos decir que la Iglesia como que se ha transcendido a sí misma, y que lo que lleva en germen en su entraña, será para largo, tardará mucho en dar fruto; pero la simiente ya está echada, y moviéndose biológicamente con toda la fuerza que sólo el Espíritu le puede dar. Creemos que, no sólo la jerarquía, como hemos apuntado más arriba, ni siquiera la propia Iglesia, los que componemos la Iglesia, ni sabe ni ha caído en la cuenta, de la profunda transformación que hay dentro de ella; y si nos chocan los cambios operados en ella en estos doce últimos años, no es más que algo de lo que está por venir, infinitamente más profundo que tal vez no llegue a su mayor o menor plenitud hasta dentro de alguno o algunos siglos. A nuestro modo de ver es el Concilio más profundo de todos los que se han celebrado en la Iglesia, y el que mayores promesas entraña para el futuro. 2 . D ó n d e iia c o m e n z a d o a p l a s m a r s e e s a I g l e s i a m á s a u t é n t ic a A partir de 1965, fecha en que acabó el Concilio, se vio brotar por toda la Iglesia, y sin ponerse de acuerdo, un fenómeno extraordinariamente sig­ nificativo, un simple fenómeno, el primero de los muchos que estamos segu­ ros encierra esa Iglesia conciliar, y que tal vez él sólo dé al traste con toda la estructura actual de Iglesia, haciendo que cambie estructuralmente de arriba abajo en una proporción de más de 180 grados. Nos referimos a las llamadas Comunidades Cristianas de Base. Estas, que han visto como nadie qué es la Iglesia, para qué fue fundada, dónde está y dónde debería estar, comienzan por poner en entredicho la Iglesia institución tal como nos ha llegado a nosotros, y tal como la conocemos ahora. Estas Comunidades optan por una Iglesia menos institucional, más simple, menos burocrática, más de la base; cimentada no en una jerarquía apriorística que cae sobre el Pueblo de D ios, con todo lo que de mundano y comprometido tiene por v iv ir en el mundo. Sino en una jerarquía que ante todo esté a su servicio, que la coordine, la una y la aglutine, en último término, en Pedro. Y aquí está la dialéctica que queremos analizar a partir de ese fenómeno que hemos apuntado: por una parte una Iglesia institucionalizada, que es la que predomina, llena de privilegios y exenciones desde Constantino y el

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