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IGLESIA INSTITUCION. 387 falta más obispos para que se atendiesen mejor las Comunidades, no como los que tenemos ahora cuya jurisdicción está calcada de la civ il apareciendo, con el gobernador, como una autoridad paralela y tan burocratizado como él. E l sacerdote, con más razón que el obispo, debería v iv ir de su trabajo, como uno más del mundo, a menos que la Comunidad lo libere como se ha dicho, y a ser posible debería de salir de la misma Comunidad. Cada vez se comprende menos, y menos aun desde una dinámica eclesial, que el estado pague de su erario público tanto al sacerdote como al obispo dando la sen­ sación de ser funcionarios suyos. Esto es atar a la Iglesia, y aparecer como aliada con tal o cual poder constituido, cuando la Iglesia debe de ser libre en todo, autónoma, para hablar y predicar «a tiemoo y a destiempo» (2 T i 4, 2), para exhortar e increpar con toda longanimidad sin cejar en la ense­ ñanza (cf. 2 Tim 4, 2). Creemos que ése es el puesto tanto del obispo como del sacerdote, ver­ daderamente encarnados así en el mundo como en la Comunidad Cristiana. Los consagrados damos por nuestra parte otra sensación de desencar­ nación y de poder. Aún vivimos no sólo fuera del mundo, sino separados de él en nuestras casas por tapias y clausuras, disponiendo de un habitat que nos hace sentirnos millonarios del espacio con nuestras huertas y nuestros conventos tan espaciosos, que contrastan con la estrechez no ya de la clase humilde sino incluso de la clase media. Por otra parte, somos los dueños de no pocos colegios, clínicas y hospitales con los que damos una sensación de empresarios y capitalistas muy en contra de lo que un día prometimos, yendo con ello en merma, nos lo dice la experiencia, de la vivencia de nuestra vida religiosa, ocupados en preocupaciones, papeleos, contratos de personal, co­ bros V pagos... y otras muchas diligencias a las que obliga todo esto. Creemos que deberíamos desprendernos de todo. Primero, porque la enseñanza, la medicina... y todo lo que conlleva pertenece a la sociedad. Y segundo, porque ante todo debemos ir a v iv ir y salvar nuestra vivencia reli­ giosa, haciendo auténtica Comunidad de fe, y desde esa Comunidad de fe proyectarnos en nuestro trabajo (todos deberíamos tener un trabajo civil y ser como un ciudadano más), a partir de nuestra Comunidad de fe, en otras Comunidades vivas de cristianos, los cuales llevarán a su trabajo a Cristo. De esas Comunidades saldrán catedráticos, profesores, médicos, obreros, amas de casa..., porque estarían formadas por todos esos elementos, de las que saldrían con una vivencia de fe para cristificar todo, y sembrar a Cristo en su vida, en su ambiente, siendo auténticos testimonios evangélicos. No creemos que de los colegios de la Iglesia salgan mejores cristianos que de los otros, ni que la Iglesia pueda acoger a esos niños o jóvenes, como el cimiento de la continuidad de ella misma; ni que en nuestras clínicas y hospitales se atienda mejor a los enfermos que en los del estado. En los

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