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DIALOGO DE X. ZUBIÍU CON LA METAFISICA CLASICA 373 las causas intramundanas, pues hace «que éstas hagan». Zubiri inventa una palabra para declarar esta razón metafísica y llama a la transcendencia «fon- tanalidad divina ». E l origen fontanal de toda la realidad lo expresa maravi­ llosamente en estos términos: «Dios no evoluciona; pero nada evolucionaría si D ios no lo hiciera estar en evolución» 55. Nos parece que ahora se puede comprender fácilmente por qué en esta ocasión entre Aristóteles y Zub iri no es posible el diálogo. Los contrastes son radicales. Aristóteles afirma que el cosmos está en perenne movimiento, pero en un total fixismo en cuanto a su desarrollo. Reposa sobre sí mismo. La mente humana busca una causa, razón del movimiento del cosmos, y la halla en Dios, causa final del mismo. Por lo mismo, Dios se halla separado del cosmos en su plena y total aislada autosuficiencia. Zubiri, en neto con­ traste con Aristóteles, ve el cosmos en plena evolución y expansión. No puede reposar sobre sí mismo. De aquí la búsqueda de un origen fontanal que haga posible dicha evolución y expansión. Ese origen fontanal es Dios. Dios, por tanto, se halla inserto en el mundo sin ser una cosa del mismo. Desde la situación humana, el problema de Dios es algo inexistente en Aristóteles. Para él, el hombre es una pieza más en el engranaje del cosmos. Y cuando esta pieza adquiere su relevancia máxima en la Etica, Aristóteles lo repliega sobre sí mismo. No ve otra moral para el hombre que la que deriva de su misma naturaleza, la que no aparece nunca vinculada con la divinidad. A l polo opuesto se halla Zubiri. Escruta el problema de Dios primaria­ mente desde el hombre, desde las mismas posibilidades que éste tiene para realizarse. Imposible, sin embargo, cualquier realización humana sin que el hombre se halle apoyado «a tergo», en aquella realidad última de donde le viene el ser. La nihilidad del hombre es radical. De aquí su incapacidad «para hacerse» sin hallarse religado a lo que le hace e x is tir56. Hemos topado con la gran tesis zubiriana del hombre como ser esencialmente religado, como constitutivamente religioso. Creemos que esto es muy conocido. Por ello, en este momento baste advertir que, si el pensador griego Aristóteles se desentiende de Dios cuando el hombre inicia su andadura más importante, en la ética, place constatar que es cuando Zubiri juzga más necesaria la in­ tervención divina, pues ve en Dios la clave de nuestra actuación moral y de nuestro progreso. Desde la constitutiva religación de la existencia humana con D ios Transcendente hay que penetrar en la hondura de estas líneas de nuestro gran metafísico: «Sin religación y sin lo religante la libertad sería para el hombre su máxima impotencia y su radical desesperación. Con reli­ gación y con Dios, su libertad es su máxima potencia»57. 55. Trascendencia y Física, en Gran Enciclopedia del Mundo, t. 18, 424. 56. Naturaleza, Historia, Dios, 5.* ed., Madrid 1963, 371. 57. O. c., 388.

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