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368 ENRIQUE RIVERA mico, en 1277, cuya fecha centenaria recordamos, el averroísmo latino que lo propugnaba bien pudo ampararse en la concepción de Aristóteles sobre la physis. E l historiador P. Mandonnet, nada contrario a Aristóteles, no teme escribir: «La tendencia determinista domina en toda la concepción aristoté­ lic a » 41. Pues bien, dentro de un cosmos determinista la historia se hace imposible. No cabe más que la repetición del ciclo cósmico. A la objeción de que Aristóteles defiende la actuación libre como base de su Etica, respondemos que ello se debe a una feliz inconsecuencia dentro de su sistema. Podemos, en efecto, constatar que sus bellos textos sobre la libertad de elección los tenemos que espigar, no en su tratado De anima, como era de suponer, sino en su Etica. Afortunadamente Aristóteles vio que sin libertad la Etica se derrumba. Pero, ¿abrió con ello la compuerta a la historia? Pensamos que no. Aristóteles ha tomado conciencia de que dentro del orden del cosmos hay un ser excepcional, el ser humano, que puede rea­ lizar su perfección específica a un más alto o a un más bajo nivel en virtud de su libertad de elección. Entre el hombre magnánimo y el pusilánime, por poner un ejemplo que él mismo aduce, el primero realiza mejor el ideal hu­ mano de perfección. Pero esta perfección se halla enclaustrada en un esquema paradigmático que al hombre le toca ineludiblemente repetir. Por ello, la historia, en la Etica de Aristóteles, tiene siempre un trasfondo de ejempla- ridad, pero nunca éste la ve abierta a la mejora y progreso humanos. Recor­ demos un caso de ejemplaridad, evocado por Aristóteles: el de Príamo. Es este rey de Troya un ejemplar para temer los terribles cambios del destino y también, sobre todo, un ejemplar de admirable y patética entereza paterna. La literatura de todos los tiempos no recordará un gesto más paterno que el de Príamo a los pies del feroz Aquiles, para pedirle el cadáver de su hijo Héctor. Estos hechos los ha recogido la historira en la que Aristóteles ve, en sus momentos cumbres, una serie de modelos y ejemplares. Es decir, que el dicho tan conocido de Cicerón, « historia magistra vitae», se halla ya im­ pregnando las páginas en las que Aristóteles razona sobre el obrar humano en su dimensión ética42. Ahora se comprende por qué, al comparar la poesía y la historia en su Poética, opte por la segunda contra la primera con estos dos adjetivos com­ parativos: «phylosophóteron kai spoudaióteron». Aristóteles juzga que la poesía es más filosófica y más seria que la historia, porque la historia nos da el hecho que acaeció, mientras que la poesía nos da el tipo ejemplar de lo que debió acaecer43. E llo explica por qué casi todos los ejemplos preclaros que aduce Aristóteles en su Etica los retoma de la poesía. Ya citamos a Pría­ mo, inmortalizado por Homero. A su lado, Agamenón, Ulises, Diómedes, 41. Siger de Brabant et l’averroisme latin au X I I le siècle, Louvain 1911, 181. 42. Ethica Nie. 1100 a 8 ; 1145 a 21; 161 a 14; 1146 a 21 ; 1151 b 20. 43. De arte poet., 1451, b 5-6.

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