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278 RAUL FORNET BETANCOURT 1) El otro no puede reducirse a un simple objeto de mi campo experien- cial, ni tampoco a un objeto de mi conocimiento, pues en su afloramiento originario el otro se me revela como un yo que no es yo. De donde se sigue: 2 ) que la negación es estructura constituyente del ser-otro, 3 ) que la relación entre mí mismo y el otro debe interpretarse como una relación interna, y no en el sentido de una relación de exterioridad. Según Sartre, las doctrinas de Husserl, Hegel y Heidegger representan un progreso considerable frente a las teorías clásicas sobre la existencia de nuestro prójimo, pues en estos tres pensadores se descubre un claro esfuerzo por considerar el problema de la relación entre las conciencias — anotemos en inciso que Heidegger en realidad no plantea este problema en términos de conciencia— no ya desde el punto de vista de una relación de exteriori­ dad, es decir, que no se parte de la suposición de que mi yo y el del otro conforman dos substancias separadas, sino que se intenta poner de manifiesto una vinculación fundamental y trascendente con el otro en el seno mismo de la conciencia. Vinculación que sería constitutiva para la conciencia en su mismo afloramiento originario. Este camino es, en verdad, mucho más ade­ cuado para llegar a una doctrina positiva de la existencia de los demás que el propuesto por las teorías tradicionales, porque sólo desde la concepción de mi relación con el otro como una relación de ser y no como una relación de conocimiento, es posible escapar realmente al peligro del solipsismo. La­ mentablemente, añade Sartre en tono crítico, las teorías modernas, si bien renuncian al postulado de la negación externa, conservan todavía sin embar­ go el convencimiento de que mi vinculación fundamental con el otro se opera mediante el conocimiento 18. Esta observación crítica de Sartre, es conveniente advertirlo en forma expresa, concierne principalmente a la doctrina de Husserl y, con ciertos matices, también a la de Hegel, en las que el conocimiento es tomado como medida del ser. Por lo que respecta a la concepción heideggeriana, no nos parece que Sartre extienda su reproche hasta ella, pues es consciente de que Heidegger, como él mismo por lo demás, elabora su teoría desde la convicción de que no se puede dar cuenta del encuentro con el otro en cuanto tal otro, mientras éste siga considerándose como un simple objeto para un sujeto cognoscente. No obstante, por razones que expondremos en su lugar oportuno, Sartre sostendrá que la doctrina heideggeriana se mueve todavía dentro de los límites del idealismo. Husserl, anota Sartre en primer lugar, cree haber superado el solipsismo mostrando que «el recurso a los otros es condición indispensable para la 18. Cf. EN, 288.

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