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346 RAUL FORNET BETANCOURT sí mismo la esclavitud o la libertad, eligirá al mismo tiempo un mundo en el que el hombre es libre o esclavo — y el drama nacerá de sus esfuerzos para justificar esta elección. Frente a los dioses, frente a la muerte o a los tiranos, nos queda una misma certeza, triunfante o angustiada: la de nuestra li­ bertad» 168. Esta libertad ontológica indestructible contra la cual nada pueden ni los dioses ni los tiranos, esta libertad que ningún poder nos puede arrebatar, es la libertad que Sartre ha procurado justificar filosóficamente en L’être et le néant. Una libertad que permanece soberbiamente en pie en toda circuns­ tancia y en todo tiempo, pues ella es un «pilier d’airain», una «colonne inflexible» 169, para decirlo con las mismas figuras literarias empleadas por Sartre en su primera obra de teatro. Por otra parte, cabe destacar también que esta libertad «absoluta», que en L’être et le néant se equipara al ser del hombre, no escapa a la sospecha de representar una nueva versión de esa «liberté intérieure» que el propio Sartre, e incluso en este mismo estadio de su pensamiento, denuncia como un mito, como una ilusión engañosa. Esa libertad, que según Sartre el esclavo conserva aun en sus cadenas, puede muy bien manifestarse al esclavo como un último consuelo, y operar de este modo sobre él no precisamente como la condición posibilitadora de una acción libertadora, sino, al contrario, como una razón ilusoria para resignarse frente a su situación real de escla­ vitud. Pues, si es interiormente libre, ¿por qué ha de preferir entonces el arriesgar la vida en una empresa sin perspectivas de éxito al disfrute resig­ nado de su libertad interna? Quizá se nos pudiese objetar aquí que ignoramos o que, por lo menos, no consideramos suficientemente el hecho de que Sartre ha advertido, ex- pressis verbis, que su doctrina de la libertad no debe ser interpretada como exponente de una libertad meramente interior. En efecto, después de haber afirmado que no hay situación privilegiada, nuestro filósofo precisa que: «Esto no debe de entenderse en el sentido de esa 'libertad interior’ ...que llegaba simplemente a reconocer al esclavo la independencia de la vida ínti­ ma y del corazón en las cadenas» l70. Y en el mismo sentido, pero después de haber declarado que el esclavo encadenado es tan libre como su señor, hace notar que: «...nosotros no queremos hablar de una libertad que per­ maneciese indeterminada» 171. 168. Un théâtre de situations (textes choisis et présentés par Michel Contât et Michel Rybalka), Paris 1973, 244-245. En 1969, en la entrevista ya mencionada a la N ew L ejt R eview , Sartre se distanciará de esta afirmación con el breve, pero elocuente comentario: "C’est incroyable: je le pensais vraim ent” . Situations IX , ed. cit., 100. 169. Bariona, ou le Fils du tonnerre, 599. Citado según el texto publicado en Les écrits de Sartre, Paris, Gallimard 1970, 567-633. 170. EN, 634. 171. EN, 634-635.

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