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342 RAUL FORNET BETANCOURT vivir como hombre en el mundo. Ni enmascararlo tampoco con vanos halagos y falsas esperanzas. Por el contrario, Sartre quiere enseñar al hombre a mirar su libertad cara a cara, y a aceptar la responsabilidad absoluta que ella implica. Sartre, abogado defensor de una libertad humana que es intrínsecamente irreconciliable e incompatible con la noción de una naturaleza humana y con la existencia de Dios, no recuerda a los hombres, como el apóstol Pablo a sus hermanos en la fe cristiana, «estáis llamados a la libertad», sino que les grita: sois vuestra libertad y precisamente por ello no hay destino, ni fatum, ni casualidades que os disculpen. Ser libre, en el sentido de ser su propia libertad — afirmación que es insostenible desde la perspectiva de una filosofía cristiana— , quiere decir ser absolutamente responsable. Ta l es la experiencia fundamental que la realidad humana realiza en el fenómeno de la angustia. Y según Sartre, conviene advertirlo expresamente, la experiencia de la angustia no debe de empalmarse, de ninguna manera, con un pesimismo desolador que conduzca al hombre al quietismo, a la inacción, a la resignación. Lo cierto es más bien lo contrario, pues la an­ gustia, justo porque es debelación de la libertad y de la responsabilidad humanas, pone al desnudo las mentiras y falsas promesas que, como drogas, adormecen la conciencia del hombre. Este mundo de ilusiones en el que el hombre espera vanamente y en el que, justo porque espera, se comporta pasivamente, es derrumbado en la angustia. En y por la experiencia de la angustia el hombre descubre que no puede esperar nada, que está sólo y abandonado en un mundo del cual es responsable. Se trata, por tanto, de una angustia «salvífica», de una angustia que, desengañando al hombre de las falsas esperanzas, aparece no como un impedimento para la acción en el mundo, sino, al contrario, como su verdadera condición posibilitante. La angustia, en cuanto que en y por ella el hombre comprende que no puede contar más que consigo mismo, abre las puertas, según Sartre, a un optimis­ mo fundado y libre de mixtificaciones. Nos parece oportuno concluir este artículo volviendo brevemente sobre la doctrina de la libertad que Sartre nos ha expuesto en L’être et le néant, para intentar hacer algunas observaciones críticas. Con esto no deseamos, sin embargo, elaborar una refutación de la concepción de la libertad expuesta por Sartre en su primera gran obra de sistematización filosófica. Y no es que pensemos que la doctrina de la libertad contenida en L’être et le néant sea irrefutable, sino que una refutación de la misma es una tarea que, en nuestra opinión, tiene poco sentido en nuestros días. Pues hoy sabemos que, sobre todo, después de 1951 y 1952, o sea, después del estreno de Le diable et le bon dieu en el teatro Antoine de París y de la publicación de

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