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DOS TEMAS FUNDAMENTALES DE LA FILOSOFIA. 277 la negación que expreso cuando constato que «yo no soy Pablo» resulta ser del mismo tipo que la contenida en el juicio «la mesa no es la silla» l4. De esta presuposición común al realismo y al idealismo, a saber, la sepa­ ración espacial entre mi ser y el del otro, se deriva una grave consecuencia: el otro no puede actuar directamente sobre mi ser a partir de su ser, y por consiguiente «la única manera en que puede revelarse ante mí es la de aparecer como objeto de mi conocimiento» l5. Lo cual no significa que en­ cuentro al otro como un objeto, sino más bien que soy yo la condición posi­ bilitante de la aparición del otro en cuanto tal otro, en el sentido de que mi espontaneidad es la que constituye al otro como la unificación de la variedad de formas que lo manifiestan. Expresado con las palabras de Sar- tre: «...yo soy el que constituye al otro en el campo de su experiencia»16. En este proceso de constitución, el otro en tanto que otro que yo se desvanece por completo, pues lo que verdaderamente logro con ello es reducir al otro a una suerte de imagen de mí mismo; una imagen cuyo grado de verdad, o sea, su correspondencia real al modelo, sólo puede ser esta­ blecida y fijada por la intervención de un tercero que, siendo al mismo tiempo exterior a mí y al otro, se encuentra en condiciones de realizar la comparación. El recurso a un tercero, a un testigo, se hace, por tanto, indis­ pensable, si no se quiere caer en un probabilismo que conduciría en último término al solipsismo. Sin embargo, para que el testigo en cuestión pueda actuar en cuanto tal testigo, es necesario que él no se encuentre con respecto a mí mismo y al otro en una mera relación de exterioridad. El cumplimiento de su función requiere que pueda existir simultáneamente junto a mí como negación in­ terna de mí mismo y allá, junto al otro, como negación interna del otro. Sólo de esta manera le es dado el aprehender mi existencia real y la del otro de forma directa, sin mediación alguna, y conservar sin embargo su imparcia­ lidad en tanto que testigo. Por ello, piensa Sartre que este recurso a un testigo, que a fin de cuentas no podría ser sino Dios, no hace más que dis­ frazar lo que en el fondo es: recurso a la negación de interioridad 17. Antes de pasar a la exposición de la discusión sartreana de las posiciones de Husserl, Hegel y Heidegger, nos parece oportuno recoger en fórmulas breves las ideas principales que han salido a la luz mediante la polémica de Sartre con el realismo y el idealismo, y que, creemos, anuncian ya claramente el horizonte conceptual a partir del cual se desarrollará la concepción perso­ nal de Sartre sobre los otros. Son las siguientes: 14. Cf. EN, 285-286. 15. EN, 286-287. 16. EN, 287. 17. Cf. EN, 287.

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