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338 RAUL FORNET BETANCOURT es algo que debe ser subrayado en forma expresa. Cierto, esas características existen para mí sólo en tanto que son asumidas en y por mi libre proyecto. Pero esto no significa que devengan algo así como un instrumento que puedo manejar caprichosamente, a mi antojo, pues también es verdad que ellas me aparecen a la vez como el límite objetivo y externo de mi situación y que, en consecuencia, están ahí como existentes sin haber sido solicitadas a la existencia por mí. Esas características se presentan a mi libertad justamente como limitaciones objetivas y externas que ella tiene que interiorizar, y en este sentido son descubiertas con un claro carácter obligatorio. Pues, «aunque dispongo de infinidad de maneras de asumir mi ser-para-otro, no puedo no asumirlo» l59. Mi libertad es así proyecto de realización de esa cara externa que tiene para los otros. Sin embargo, en y por este mismo proyecto de realización, esa cara externa mía se descubre a mi libertad como un irrealizable. Por esto afirma Sartre que esa cara externa que tenemos para los otros se manifiesta a nues­ tra libertad como un «irrealizable a realizar » 16°. Irrealizable, porque esas características que me imprimen los otros guardan su carácter de exterioridad en el seno mismo de la tentativa de mi libertad por interiorizarlas: y justo por eso son la cara externa que tengo para los otros y no un mero movi­ miento hacia mi libre proyecto. Pero, por otra parte, sin este proceso de interiorización esas determinaciones serían un simple dato sin significación alguna para mí, y no mi exterioridad. Por donde se ve, pues, que mi cara externa es interiorizada a título de un irrealizable. Justo en esto, opina Sar­ tre, encontramos el testimonio último de que nuestro ser alienado no puede representar jamás un impedimento real para el proyecto libre que somos para nosotros mismos. ¿Por qué? Según Sartre, porque las determinaciones que nos imponen los otros son, en verdad, límites externos; y precisamente por ello, porque son límites externos y porque, en consecuencia, nuestra libertad no los interioriza sino como irrealizables, no pueden ser nunca un obstáculo real a encontrar por nuestra libertad, ni tampoco un límite que deba sufrir. ¿Habrá que decir entonces, a pesar de todo lo expuesto sobre el juego de remisión mutua entre el proyecto y la facticidad, que la libertad humana se manifiesta, en última instancia, como una libertad absolutamente ilimitada? Nada está más lejos del espíritu de la doctrina de Sartre. La libertad humana está cargada de facticidad, y en este sentido es una libertad que ciertamente tiene límites. Una de esas limitaciones es, justo, su ser-para-otro. Nuestra 159. EN, 612. 160. EN, 612 y ss. Conviene notar que estas características que los otros impo­ nen al para-sí son declaradas como irrealizables en razón de la tesis, fundamental en la filosofía de Sartre, según la cual el para-sí, en cuanto continua huida de ser, no coincide nunca con lo que es.

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