PS_NyG_1978v025n002p0271_0350

336 RAUL FORNET BETANCOURT mi intuición. Sino que, por principio, me escapa; es la exterioridad misma de la situación, es decir, su ser-exterior-para-el-otro» 15S. De aquí que, para Sartre, la alienación no represente una suerte de resis­ tencia frontal que la libertad encontrase en la situación tal como es vivida por ella. La alienación debe ser entendida más bien como aquella dimensión de ser que la libertad, aun cuando no la encuentra en sí misma ni puede tampoco deducirla de sí, posibilita sin embargo en y por la realización misma de la situación, en tanto que esta situación, como toda situación en general, comporta necesariamente una exterioridad, una cara externa; es decir, que existe para el otro como una forma objetiva. Haciendo surgir la situación que lo expresa, nuestro libre proyecto posibilita algo que se le escapa: una manera de ser que él no ha escogido, cual es la de su ser-para-el-otro. Esta es la pasión de la libertad humana: elegirse como tal en presencia de los otros. Y , según Sartre, quien se quiere libre «querrá también la pasión de su libertad» 156. Que la libertad humana, al quererse como libertad, no puede menos que querer también y a la vez la característica de la alienación, nos permite vislumbrar ya que la libertad, lejos de encontrar en la alienación de la situación un obstáculo verdadero ante el que tropieza de frente y ante el cual sucumbe irremediablemente, es, en definitiva, la condición imprescindible para la aparición de la alienación como limitación objetiva de su ser-en- situación. La alienación, tal como nos la ha presentado Sartre aquí, designa en primera línea el hecho existencial de que el ser humano vive siempre en un mundo en el que también «hay» los otros que son igualmente su libertad. Pero este hecho, que es un momento perteneciente a nuestra facticidad, no suprime nuestra libertad, puesto que la experiencia de la limitación de la libertad por el prójimo se consuma precisamente en el horizonte de nuestra libre elección de ser. E l sentido de la objetivación o alienación de mi situa­ ción y de mi ser mismo es, para mí, determinado y decidido por un acto de mi propia libertad. Y este acto de libertad, según Sartre, no es otro que el del libre reconocimiento del otro en cuanto otro mediante la experiencia de la alienación. Este acto de libertad entraña, sin embargo, un curioso proceso que despierta la sospecha de que se trata en ello de un círculo. Pues, dado que mi situación alienada y mi ser cosificado representan esa cara exterior que soy, pero que no es dada a mi intuición sino que está presente justa­ mente en aquellos que no la son, es decir, los otros, no puedo experimen­ tarme como alienado sin reconocer al otro, sin provocar que el otro exista para mí como trascendencia. Pero, por otra parte, no puedo hacer que el 155. EN, 608. 156. EN, 609.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz