PS_NyG_1978v025n002p0271_0350

OOS TEMAS FUNDAMENTALES DE LA FILOSOFÍA. 331 Ella tiene que ser su propio pasado y este pasado es irremediablemente; parece incluso, a primera vista, que no puede modificarlo de ningún modo: el pasado es aquello que está fuera de alcance y que nos atormenta a dis­ tancia, sin que podamos siquiera colocarnos delante para considerarlo» I47. Estamos, por tanto, vinculados a nuestro pasado; y esta vinculación a él es una vinculación insuperable. Sartre no discute este hecho. Lo que cuestiona y refuta es, no obstante, el carácter determinante y limitatorio con que aparece el pasado en esta primera aproximación. Unido a esto va natu­ ralmente la puesta en cuestión del pasado como algo que no es susceptible de ser modificado en ninguna forma. Y conviene hacer notar que este cues­ tionario del pasado en tanto que marco fijo, dado de antemano y determi­ nante de la elección de nuestras posibilidades, no apunta a la eliminación de la consistencia independiente de nuestros caprichos de este momento de la facticidad, ni menos todavía a la negación de la función de plataforma y punto de vista indispensables que el pasado desempeña en nuestra vida. Esto nos permite vislumbrar que, para Sartre, se trata de dar cuenta de la exis­ tencia del pasado en toda su importancia y peso, y, a la vez, de mostrar que con esto no se suprime la libertad. Sigamos su razonamiento. Sartre señala primeramente que también aquí tropezamos con una para­ doja. Por una parte la realidad humana no podría concebirse sin pasado. Mucho menos podría el hombre pensar sobre él mismo sin relacionarse a su pasado; pues piensa en lo que es y esto es justo lo que él ha sido. Pero, por otro lado, el hombre es precisamente ese existente peculiar por quien el pasado viene a sí mismo, provocando así que la dimensión de la preteridad aflore en el mundo 148. Mas esta paradoja no es ningún misterio inexplicable. Si la examinamos más de cerca, nos dice Sartre, veremos que bajo esta fachada antinómica no se esconde sino una relación dialéctica entre el pasado y la libertad, igual a aquélla que se evidenció en el análisis del lugar entre el sitio y el proyecto. Para sacar a plena luz la dialéctica escondida en esta paradoja aparente, Sartre se apoya en la tesis, ya conocida por nosotros, de que la libertad se define por la meta hacia la cual se lanza, o sea, por el futuro hacia el que se trasciende. Este futuro no es, sin embargo, una mera representación subjetiva, una pura invención concebida sin vinculación alguna con lo dado o ya existente. Por el contrario, el futuro es «el estado-que-no-es-todavía de lo que es» 149. Y precisamente por esto no se puede concebir más que a partir de lo que ya es. Nos proyectamos, temporalizamos el futuro partiendo de lo ya existente, es decir, de nuestro pasado. Con lo cual no se opina, sin embargo, que lo que es o, en el caso que nos ocupa, el pasado sea lo que 147. EN, 577. 148. Cf. EN, 577. 149. EN, 578.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz