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330 RAUL FORNET BETANCOURT lugar es para mí, lo que significa para mí, esto depende única y exclusivamente de mi proyecto. Con otras palabras, es en y por mi proyecto por lo que el lugar obtiene su significación determinada. «Es a la luz del fin que mi puesto adquiere su significación. ...Con relación a lo que proyecto hacer — con relación al mundo en totalidad y, por tanto, a todo mi ser-en-el-mun- do— , se me aparece mi puesto como un auxiliar o un impedimento» l44. Vemos, por tanto, que, lejos de que el lugar sea simplemente una limitación de la libertad, es más bien nuestra libertad la que, al trazar sus proyectos, hace que este momento fáctico de nuestra existencia se nos revele como una resistencia o no. «Así la libertad misma crea los obstáculos que su­ frimos» 145. La libertad humana es, pues, total. Y de acuerdo a todo lo que llevamos dicho hasta ahora sobre ese lazo inextricable que se da entre la libertad y la facticidad, es evidente que esta afirmación no quiere decir que el hombre sea absolutamente libre en el sentido de que no tenga límites. Por el hecho mismo de existir su libertad en la figura originaria de la elección, el hombre es ya, y siempre, libertad limitada. En el cumplimiento realizador de sí misma, la libertad es limitación. Sólo que esta limitación no le viene desde fuera, desde lo dado. La limitación es puesta por la libertad misma; y, por cierto, en el acto mismo de su propio cumplimiento como libertad. E l hom­ bre es, pues, real y enteramente libre, no porque no tenga límites, sino por­ que los límites con los que tropieza son aquellos que su misma libertad constituye: « ...la libertad no podía ser verdaderamente libre sino constitu­ yendo la facticidad como su propia restricción» 146. Pero, ¿qué sucede con nuestro pasado? Frente a este momento fáctico de nuestra existencia, ¿no se desenmascara acaso la afirmación, según la cual nuestra libertad constituye su propia facticidad, como una ilusión vana y engañosa? Pues nuestro pasado es, ciertamente, eso que en nosotros ha devenido rígido, fijo; y que, en cuanto tal, nos persigue irremediablemente sin que podamos cambiarlo. Nuestro pasado no determina nuestras acciones como la causa determina su efecto, pero a la vez no podemos emprender ninguna acción sin contar con él, sin estar comprometidos en él. Sin rela­ cionarnos a nuestro pasado no podemos concebirnos, pues, para nosotros, ser es haber sido. Así, la libertad tiene que contar con el pasado, asumirlo y aguantarlo. Parece, pues, como si nuestra libertad fuese impotente ante este momento fáctico. Sartre formula esta dificultad de la siguiente manera: « ...la libertad que se escapa hacia el futuro no podría darse un pasado al antojo de sus caprichos, ni tampoco, con mayor razón, engendrarse a sí misma sin pasado. 144. EN, 573. 145. EN, 576. 146. EN, 576.

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