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DOS TEMAS FUNDAMENTALES DE LA FILOSOFIA. 329 situación como un fenómeno ambiguo que no permite un discernimiento a priori de lo que es aportado por una u otra, ve Sartre la paradoja de la libertad: «il n’y a de liberté qu’en situation et il n’y a de situation que par la liberté» 143. A continuación, emprende Sartre un análisis detenido de los diferentes momentos o estructuras contingentes que la situación envuelve. Se trata de mi lugar, mi cuerpo, mi pasado, mi mundo entorno, mi prójimo, mi muerte. Por el análisis de estos momentos, que la opinión corriente considera como determinaciones del ser humano dadas con anterioridad a toda posibilidad de elección, Sartre pretende precisar y fortalecer la tesis de que la compro­ bación de momentos fácticos en la existencia humana no presenta, hablando propiamente, ninguna objeción contra el hecho de que el hombre es un existente libre, pues es en y por la proyección libre hacia un fin por lo que todas esas determinaciones fácticas se hacen accesibles al hombre. No se trata, por tanto, de mostrar que la libertad existe sin determinaciones fác­ ticas, sino, y más bien, de esclarecer el hecho de que es la libertad misma, por su autónoma elección de sí, la que concede a todas esas determinaciones fácticas su significación propia. Mi sitio original es ante todo el lugar donde he nacido; un lugar que no escojo, sino que recibo. Y este mi primer puesto es aquél a partir del cual ocuparé todos los otros lugares. A l parecer, pues, este sitio original que me asigna el nacimiento plantea una restricción esencial e innegable a mi libertad. De hecho, sin embargo, esta determinación de lugar, que es, sin duda alguna, un momento fáctico que pertenece a mi existencia, nos con­ fronta con un acontecimiento curioso y, en cierto sentido, antinómico. ¿Por qué? Porque el hombre recibe originariamente su lugar entre los existentes, o sea, se encuentra ocupando un sitio que no ha solicitado, ni sobre el cual ha podido decidir. Y , sin embargo, el hombre es ese existente privilegiado por mediación del cual algo así como la espacialidad comienza a existir entre los existentes del mundo. Apoyado en esta idea — que, dicho sea de paso, retoma de Heidegger— puede Sartre explicar entonces que el lugar que el hombre ocupa no puede ser considerado como una limitación de su libertad, pues es el hombre quien, al proyectarse libremente hacia una meta, aprecia su lugar actual como ayuda o impedimento. E l hecho de vivir en una pequeña ciudad provin­ ciana es, en y por sí mismo, insignificante; es una contingencia de suyo neutral, indiferente. Sólo cuando lo aprecio a la luz de un proyecto futuro, seguir cursos de música en un famoso conservatorio, por ejemplo, se me revela el vivir en esa pequeña ciudad como un obstáculo. E l lugar se me descubre, pues, con un determinado valor, sólo cuando lo contemplo a la luz de la meta que libremente he trazado. Lo que un 143. EN , 569. 6

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