PS_NyG_1978v025n002p0271_0350

326 RAUL FORNET BETANCOURT titución física de su propio cuerpo, etc., son dificultades que él no ha creado, impedimentos con los que tropieza y ante los cuales se ve obligado a renun­ ciar a su meta. ¿No se manifiesta acaso en este ejemplo la radical impotencia del ser humano? ¿No resulta casi ridículo hablar en este contexto de la libertad del hombre para superar esos impedimentos o dejarse aplastar por ellos? ¿Mucho más que parecer que el hombre elige lo dado en su signi­ ficación, no parece que son las circunstancias las que determinan su elec­ ción, su conducta? Pero consideremos más de cerca este argumento. En primer lugar, hay que señalar que la expresión: las cosas nos oponen resistencia, es una forma de hablar impropia. En sentido estricto no pode­ mos decir que las cosas nos opongan resistencia. Las cosas son simplemente tal y como son. Por tanto, consideradas en sí mismas, no son ni resistentes ni propicias. Cuando decimos que la roca que encontramos en nuestro camino hacia la cima de una montaña, nos ofrece resistencia, estamos, de hecho, valorándola, apreciándola a la luz del proyecto que queremos realizar, cual es el de conquistar la cima. Lo que quiere decir que somos nosotros, el proyecto que hemos elegido, lo que hace que esa roca aparezca o se revele como un impedimento. Si nos hubiésemos elegido como simples paseantes cuyo fin es la contemplación estética del paisaje, no hubiésemos considerado la roca ni como escalable ni como no escalable. La apreciaríamos más bien como bella o fea. Así, si las cosas pueden experimentarse como resistentes o propicias, como bellas o feas, esto acontece en razón del libre proyecto en el que las inscribimos y a cuya luz las contemplamos. Es nuestra libertad, pues, la que, esclareciendo las cosas a partir de un fin propuesto, les otorga su significación. Nuestra libertad no crea las cosas, pero determina el aspecto bajo el cual las cosas han de revelarse. De lo anteriormente dicho se desprende que, al contrario de lo que su­ pone el sentido común, el coeficiente de adversidad que constatamos en las cosas no suprime la libertad, sino que es más bien la expresión de la libertad misma. La aparición de las cosas como resistencias, impedimentos, peligros o como motivos, ayudas, etc., supone nuestro proyecto libre en el mundo. En cuanto consecuencia de una libertad que se proyecta, el coefi­ ciente de adversidad de las cosas habla, en verdad, a favor, y no en contra de la libertad. De esta suerte Sartre ha invertido la objeción del sentido común. Si para la opinión corriente la resistencia que nos oponen las cosas es una prueba de nuestra no-libertad, de nuestro irremediable estar sometidos y determinados por las cosas, para Sartre, en cambio, esas resistencias son la expresión de nuestro libre proyectarnos, es decir, testimonio de que son las cosas las que dependen, en su manera de aparecer, de un proyecto humano que busca su realización. Sería un malentendido, sin embargo, pensar que con esto Sartre quiere afirmar que la libertad consiste en suprimir el peso de lo dado, esto es,

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz