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322 RAUL FORNET BETANCOURT hombre hacia sus posibilidades. Para un obrero, por ejemplo, la desgraciada situación de explotación y de opresión a que se encuentra sometido no es, por sí misma, ni motivo ni móvil para una acción revolucionaria contra el sistema económico-social que lo oprime. Su situación de explotado es su mismo ser-obrero, y la sufre sin valorizarla. Sólo cuando el obrero, concibien­ do un orden social distinto como posible y deseable, forja el proyecto de cambiar su situación presente, le aparece ésta como una situación insopor­ table que debe ser suprimida. En cuanto proyección hacia un orden social posible que no está realizado todavía y en relación al cual la situación presente se revela como carente de algo, la acción revolucionaria del obrero — como toda acción humana, por lo demás— va precedida por una doble nihilización que se expresa jus­ tamente en el proyectar un estado de cosas ideal como una nada presente y en el poner la situación actual como una nada en referencia a ese estado de cosas ,30. E s , por tanto, esa negatividad peculiar del hombre frente al mundo y a sí mismo la que configura el presupuesto primero e indispensable de la acción. Y es precisamente en virtud de este poder negador del hombre para escapar a lo dado trascendiéndose hacia lo todavía no existente, por lo que lo dado puede ganar el valor de motivo o móvil para una acción humana. «Motivos y móviles no tienen sentido sino en el interior de un conjunto proyectado que es justamente un conjunto de no-existentes» m. Sobre esta base puede explicar Sartre que, como sostienen los determi­ nistas, no hay, en efecto, acción sin motivo; pero que ello no significa en modo alguno la supresión de la libertad. La misma estructura intencional de la acción impide hablar de un acto sin motivo. Toda acción se proyecta en vistas de un fin, y el fin a su vez se refiere a un motivo. Sería absurdo, pues, querer sostener que el hombre actúa sin motivos o móviles. Igualmente absurdo sería, sin embargo, deducir de ello que la acción humana está determinada por el motivo o el móvil. La presencia de un motivo no destruye la libertad, pues, cuando se dice que no hay acto sin motivo, esto no quiere decir que el motivo sea causa del acto, como pretenden los deterministas, sino que es un elemento integrante del acto. E l motivo sólo puede revelarse como motivo a un para-sí que se trasciende hacia sus posibilidades. Es a la luz de su proyecto revolucionario por modificar su situación mise­ rable que el obrero confiere a esta su situación presente el valor de un mo­ tivo o de un móvil. Lejos, por tanto, de que el motivo sea causa de la acción, aquél no aparece en cuanto motivo más que en y por el proyecto libremente elegido hacia una modificación de lo dado; y, puesto que el 130. Cf. EN, 510. 131. EN, 512-513.

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