PS_NyG_1978v025n002p0271_0350

DOS TEMAS FUNDAMENTALES DE LA FILOSOFIA. 317 explanación de estas dos formas de experimentar el «nosotros». Dejemos constancia tan sólo de lo siguiente: el «nosotros-objeto» — que aparece cuan­ do, estando yo con otro en una situación conflictual, aflora un «tercero» que nos sorprende y nos mira a los dos— representa principalmente una profun- dización de mi alienación original por el otro, puesto que, frente a ese «tercero», me veo obligado a asumir no solamente mi «cara exterior», sino también la de aquel otro que conjuntamente conmigo es objeto para ese tercero. Por donde se muestra que esa comunidad del «nosotros-objeto» no se puede considerar como la superación del conflicto en cuanto esencia de las relaciones con el otro. E s, ciertamente, una dimensión real de la exis­ tencia, pero que no representa más que un caso especial y algo más com­ plejo del ser-para-otro. La experiencia del «nosotros-sujeto», en cambio, no pasa de ser una simple experiencia de índole psicológica y que, en cuanto tal, es irrelevante ontológicamente. A diferencia de lo que sucede en el enfrentamiento de las conciencias individuales, Sartre no explica el «nosotros-sujeto» como una reac­ ción ante una objetivación común precedente, sino desde un proceso de interiorización de un mundo poblado de instrumentos y de productos ma­ nufacturados. Se trata, por tanto, de una vivencia puramente subjetiva que, en el fondo, no facilita ningún acceso directo al otro 121. Permitásenos cerrar este apartado sobre la concepción sartreana del ser- para-otro con una breve observación crítica. Orientándose en su afirmación inicial de que no constituimos al otro, sino que lo encontramos, Sartre ha intentado elaborar una teoría que dé cuenta de la existencia real y abso­ lutamente cierta del otro; una teoría que, superando el punto de vista de la constitución del otro a partir de mi subjetividad, se atenga consecuente­ mente a la inmediata y extramundana revelación del otro y nos entregue el otro real, concreto, tal o cual otro, y no el principio abstracto del otro. Tal era, en resumen, la intención central de Sartre. ¿Ha sido Sartre fiel a su intención? A nuestro parecer, y apoyándonos en la exposición precedente, la respuesta a esta pregunta debe de rezar: no. Opinamos que la radical distinción entre el otro-objeto (el otro concreto que es siempre dudoso) y el otro-sujeto (el «otro-mismo» al que conviene la indudabilidad y evidencia) muestra que Sartre, en el fondo, y contra su propia tentativa originaria, sigue moviéndose dentro del horizonte de una filosofía trascendental orientada en el sujeto. En realidad, al hacer caer al otro fácticamente presente, al otro singular y concreto en la facticidad ultra­ mundana y al reducirlo — precisamente porque aparece en medio del mun­ do— a un objeto que es siempre probable, Sartre se roba a sí mismo la 121. Para la elucidación sartreana de estos dos modos de la experiencia del «nos­ otros», cf. EN, 486-502.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz