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OOS TEMAS FUNDAMENTALES DE LA FILOSOFIA. 315 camino de mi ser-objeto para él o apoderarme de ella mediante la objeti vidad del otro para mí, no queda, pues, más que una posibilidad de com portamiento frente al otro, a saber, pretender su destrucción o, lo que es lo mismo, tratar de desembarazarme de mi ser-para otro. Esta conducta es el odio. Mientras que en las conductas precedentes el para-sí aspiraba a recuperar su dimensión de objetividad por medio de una unificación con el otro, en el odio renuncia a tal pretensión. Se resigna y aspira, única y exclusivamente, a su libertad ilimitada. « E l quiere (el ser-para-sí que odia, R .F .B .), simple mente, encontrar de nuevo una libertad sin límites de hecho; es decir, des embarazarse de su inaprehensible ser-objeto-para-el-otro y aboür su dimen sión de alienación. Esto equivale a proyectar realizar un mundo en el que no exista el otro» " 7. Se trata, por tanto, de eliminar la amenaza constante que, para mi libertad, representa la presencia de otro hombre. Por ello, el odio no se dirige a una propiedad o a una acción del otro, sino al otro entero; y por ello también el odio no persigue la muerte de tal o cual otro determinado, sino que apunta a la destrucción del otro en general. Pero el odio es una conducta desesperada y trágica; una conducta cuya propia victoria es, en el fondo, su derrota. Pues, además de que el odio implica el reconocimiento de mi ser alienado como una dimensión real de ser que me viene por el otro, incluso la muerte del otro — que significaría ciertamente el triunfo del odio— no logra eliminar mi ser-para-los-demás. Para considerar la supresión del otro como una victoria sobre él, tengo que reconocer que el otro ha existido; y con este haber sido del otro, que no puedo hacer desaparecer, mi propio ser-para-otro se me escapa definitivamen te. Con la muerte del otro se pierde irreparablemente la posibilidad de res catar mi ser-para-otro. «Aquél que, alguna vez, ha sido para otro está contaminado en su ser para el resto de sus días, aunque el otro fuese ente ramente suprimido: no cesará de experimentar su dimensión de ser-para-otro como una posibilidad permanente de su ser» 118. La descripción de las conductas anteriores no dejan duda alguna de que Sartre comprende las relaciones interhumanas como relaciones antagónicas. La tesis de que el conflicto es el sentido o esencia de las relaciones con el otro ha sido reforzada justamente por esta explicitación de las vinculaciones concretas con el prójimo. En todas y cada una de estas relaciones se nos ha mostrado el antagonismo radical entre el sujeto y el objeto. Desde la base de este antagonismo se tendría que excluir, al parecer, la posibilidad de una experiencia del «nosotros», de la comunidad. No obstante, es precisamente a la pregunta por la posibilidad de la experiencia del ser-en-común a la que 117. EN, 481. 118. EN, 483.
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