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314 RAUL FORNET BETANCOURT De la misma manera terminan siendo intentos fallidos e inútiles aquellos modos de conducta por los que pretendo apoderarme de la libertad del otro por un camino inverso, es decir, por medio de su objetivación. Modo ejem plar de esta actitud básica es el deseo sexual que, en resumen, se puede designar como el conato de apoderarse de la libertad y de la trascendencia del otro mediante la posesión de su cuerpo. Pero para apoderarme del cuerpo del otro, tengo que hacerme yo mismo cuerpo, sumergirme en la facticidad de mi ser. Tengo que encarnar mi conciencia, para poder revelar la encar nación del otro. De aquí que Sartre vea en el deseo sexual una modificación radical del ser-para-sí o de la conciencia, ya que el deseo sexual es un intento — vano por lo demás— del para-sí por «hacerse empastar por su factici dad» " 5. Lo decisivo en esta encarnación mía y en la encarnación del otro es que el otro exista para sí mismo y para mí como carne. Más aun, que el otro, para sí mismo, no sea más que carne. Con lo cual yo podría entonces entrar en posesión de su libertad a través de su carne. Por donde se evidencia que el propósito central del deseo sexual consiste en reducir al otro cierta mente a su objetividad para mí, pero sin rebajarlo a un simple objeto en medio del mundo. Mi meta es, en verdad, la apropiación de su libertad. Sólo que en el cumplimiento de este intento de apropiación mi propia encarna ción me juega una mala pasada, ya que me doy cuenta de que utilizo mi cuerpo devenido carne como un instrumento del cual me sirvo para con seguir un determinado fin. A sí, trasciendo mi cuerpo hacia mis propias posibilidades y desaparece la reciprocidad de la encarnación. La consecuen cia es entonces la caída del cuerpo del otro en la objetividad pura. E l cuerpo del otro «cae del rango de carne al rango de puro objeto... el Otro puede seguir turbado; puede permanecer para él carne ; y yo puedo comprender lo: pero es una carne que ya no capto por mi carne, una carne que no es más que la propiedad de un Otro-objeto y no la encarnación de una Otra- conciencia» 116. La subjetividad, la libertad del otro permanecen, por consi guiente, inalcanzables para mí. La reacción ante el fracaso del deseo sexual puede ser el sadismo que, a su vez, está también condenado a fracasar en su cometido de cautivar la libertad ajena por medio de la carne del otro. Lo único que logra el sádico es dominar el otro-objeto y con ello falla su propia meta, pues la libertad que tiene entre sus manos es una libertad de posibilidades muertas, una libertad que se presenta como una propiedad objetiva, y no la libertad tras cendente del sujeto-otro que es la que funda de veras su ser-para-otro. Después del fracaso de todos estos modos de conducta que se inspiran en esas dos actitudes fundamentales: asimilar la libertad del otro por el 115. EN, 461. 116. EN, 468.
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