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DOS TEMAS FUNDAMENTALES DE LA FILOSOFIA. 313 equivale en el fondo a mi proyecto original como ser-para-sí: devenir fun damento de mí mismo, es en verdad irrealizable. Y , sin embargo, no sola mente puedo sino que debo incluso afanarme en su realización, sea ya a través de la incorporación de la libertad del otro, sea ya por medio de su objetivación. Pues, para Sartre, el hombre debe de comprometerse en una de estas dos actitudes básicas. E l amor, como modo ejemplar de la actitud que tiende a la asimilación de la libertad del otro a través de mi objetividad para él, es un esfuerzo por lograr al otro en su misma alteridad, por actuar sobre su libertad y llevarla, en cuanto libertad, a que abdique en mi favor. Pero el amor está condenado al fracaso, porque, si el amor — como de hecho lo entiende Sartre— es exclusivamente el fenómeno del querer-ser-amado " 2, su proyecto fundamen tal conlleva una contradicción insalvable que consiste en que tanto el amante como el amado desean ser objeto para el otro. Precisamente porque el amor es principalmente proyecto de hacerse amar (lo cual se pone de manifiesto especialmente en la actitud seductora), el otro, al amarme, no me toma como un objeto, sino que quiere a su vez que yo le tome a él como un objeto; con lo cual destroza mi tentativa y me remite a mi injustificada subjetividad. Dicho con las palabras de Sartre: «Exijo que el otro me ame y pongo todo en juego para realizar mi proyecto: pero si el otro me ama, me decepciona radicalmente por su mismo amor: le exigía que funde mi ser como objeto privilegiado, manteniéndose como pura subjetividad frente a mí; y, desde que me ama, me experimenta como sujeto y se abisma en su objetividad frente a mi subjetividad» " 3. Ante este fracaso del amor puedo adoptar la actitud masoquista. E l masoquismo, a raíz del fracaso de la absorción del otro en su otredad, re presenta el intento de despojarme de mi propia y molesta subjetividad, con virtiéndome en un mero objeto para el otro. E l masoquista busca, pues, la unificación con el otro a través del perderse a sí mismo como sujeto en la subjetividad del otro, pero esta tentativa también termina en un fracaso rotundo. La subjetividad no se puede perder. De modo que «el masoquista por más que se arrodille, se muestre en posturas ridiculas, se haga utilizar como un simple instrumento inanimado, es para el otro para quien él será obsceno o simplemento pasivo, para el otro sufrirá sus posturas; para sí mismo, está condenado para siempre a dárselas. E s en y por su trascen dencia que se dispone como ser a trascender; y cuanto más trate de gozar su objetividad, tanto más será sumergido por la conciencia de su subjetividad, hasta la angustia» ll4. 112. Cf. EN, 444. 113. EN, 444. Nótese que Sartre descarta desde un comienzo la posibilidad del amor como entrega o plenitud de sí mismo. 114. EN, 447. í
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