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DOS TEMAS FUNDAMENTALES DE LA FILOSOFIA. 311 otro-objeto están conformadas esencialmente de astucias destinadas a que permanezca como objeto» I07. En el presente contexto, conviene advertirlo expresamente, Sartre agu­ diza todavía más la radical diferencia entre el otro-sujeto y el otro-objeto. E l sujeto-otro no se revela en el objeto-otro. Entre ambos no se da ninguna mediación. Ambos representan ciertamente las dos formas según las cuales el otro me está presente, pero estas dos formas o modos de ser del otro no pueden ser elevadas a una síntesis que las unifique y las concilie, puesto que cada uno de estos modos no remite más que a sí mismo. Tanto el sujeto- otro como el objeto-otro inciden sobre una negación interna, pero lo pecu­ liar de esta negación interna es que ella misma aparece como desdoblada en dos negaciones que, siendo igualmente indispensables, no pueden ser uni­ ficadas en una síntesis. Estas dos negaciones son, por su origen y su sentido, radicalmente opuestas, y, precisamente por esto, no me es posible reunir armoniosamente esas dos formas de manifestación del otro. A nuestro parecer lo que Sartre rechaza aquí es, en el fondo, la posi­ bilidad del reconocerse en el otro que, para Hegel, representaba justamente la dialéctica de la mediación del sujeto y del objeto. La negación interna, en cuanto figura de la relación de ser al otro, es recíproca; pero no lleva a la síntesis de un reconocimiento mutuo entre mí y el otro. La recipro­ cidad de esta negación es de carácter alternante — en la que, no lo olvide­ mos, se le concede una cierta prioridad al sujeto-otro, ya que, para negarlo yo, él tiene que haberme negado— y expresa más bien la exclusión de toda posibilidad de una reconciliación entre ese rechazo recíprico. Lejos de apun­ tar a una convivencia armónica o a una coexistencia compartidora con el otro, mi ser-para-otro indica, por el contrario, un enfrentamiento conílictual. E l otro me acompaña siempre, pero no en el sentido heidegge- riano de aquél con quien comparto un mundo, sino en el sentido de aquél con el que, desde un principio, entro en competencia. E l otro es un anta­ gonista, y mi relación primordial frente a él, ya que en su afloramiento original es aquél que me aliena y que pone en peligro mi proyecto extático hacia mí mismo, no es el ser-en-común, sino la lucha. Inspirándose en la dialéctica hegeliana del señorío y de la servidumbre, Sartre ve la esencia de las relaciones entre las conciencias individuales en el conflicto. « L ’essence des rapports entre consciences n’est pas le Mitsein, c’est le conflit» 10S. Apoyándose en la prioridad del otro-sujeto, Sartre toma la experiencia de la objetivación de nuestro propio ser como punto de partida para la descripción explicitadora de las relaciones concretas con el otro desde la perspectiva del conflicto. 107. EN, 358. 108. EN, 502.

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