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310 RAUL EORNET BETANCOURT En cuanto que mi negación del otro oculta la negación que va del otro a mí, el otro me aparece ahora como aquél que es limitado por mí. Yo soy el limitante y él lo limitado. Mi trascendencia trasciende su trascendencia, mi libertad mata sus posibilidades. En una palabra, yo soy ahora aquél que sobrepasa al otro hacia sus propios fines. ¿Quiere decir esto que he con quistado una victoria definitiva sobre el otro? ¿Lo he sometido para siempre a mi poder? Es cierto que, al objetivar al otro, escapo de él y evado la amenaza que su libertad representa para mí. Pero no es menos cierto que en esta victoria mía sobre el otro experimento una constante desazón, una intranquilidad continua; y es que presiento que ese otro-objeto conserva siempre la posi bilidad de revolverse sobre sí mismo y de aparecer como el sujeto-otro. E s trictamente hablando, dice Sartre, esta posibilidad es inconcebible: primero, porque representa una posibilidad que no es mía y, segundo, porque no la puedo comprender como una posibilidad del otro-objeto, ya que las posibi lidades de éste son posibilidades muertas. Sobre este plano, pues, la posibilidad de experimentarme como objeto, que es en el fondo una posibilidad del sujeto-otro, me aparece como una posibilidad que no puedo atribuir a nadie. Esta posibilidad representa, para Sartre, una «posibilidad absoluta — que tiene su fuente en sí misma— de la emergencia, sobre el fondo de un aniquilamiento total del otro-objeto, de un otro-sujeto que experimentaré a través de mi objetividad-para-él» 105. A sí, pues, en mi trato con el otro estoy siempre en peligro y no me puedo desprender de este sentirme amenazado por el otro ni siquiera cuando lo experimento como el otro-objeto, porque, si bien el otro-objeto no es más que objeto y, en cuanto tal, no remite más que a sí mismo, tengo la com prensión de que puedo experimentarlo en otra forma. ¿Cómo hablar entonces de una victoria definitiva sobre el otro? En realidad no hay tal. La verdad es más bien que el otro puede invertir esta relación en cualquier momento, pues «el otro-objeto es un instrumento ex plosivo que manejo con aprensión, porque presiento alrededor de él la posi bilidad permanente de que se le haga estallar y que, con este estallido, experimente inmediatamente la huida fuera de mí del mundo y la aliena ción de mi ser» 106. De esta suerte, mi victoria sobre el otro está en constante peligro y, consciente de la fragilidad, inestabilidad e inseguridad de mi posi ción de vencedor, me veo condenado a recurrir continuamente a tretas y artimañas para evitar el estallido del otro-sujeto. «Mi preocupación constante es, pues, la de contener al otro en su objetividad, y mis relaciones con el 105. EN, 358. 106. EN, 358.
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