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304 RAUL FORNET BETANCOURT Podemos decir, por tanto, que la aprehensión del sujeto-otro, según Sar- tre, no solamente precede a la experiencia del otro-objeto que me aparece en el campo de mi percepción, sino que es también la condición de la posi­ bilidad de ésta última. Lo que me enseña que «hay» prójimo no es, pues, la aparición de un hombre como objeto de mi percepción. Es más bien, y sobre todo, la certeza de la omnipresencia del otro-sujeto en mí la que me hace decir «hay» hombres. Independiente de mis experiencias objetivas, la certeza de la presencia fundamental del otro no sufre menoscabo alguno cuando me engaño a propósito de la presencia real fáctica de tal o cual otro. Este engaño mismo sucede sobre el fondo de la indudabilidad de la presencia original y trascendente del otro. Del mismo modo la ausencia del otro tampoco podría menguar la evi­ dencia de que el otro me está presente, pues la ausencia es en el fondo un modo de esa presencia fundamental del otro en mí. La ausencia de Pablo con respecto a Teresa, por ejemplo, es una especificación de la presencia original y mutua del uno al otro; estar ausente en relación a Teresa es, para Pablo, una ma­ nera particular de estar presente a ella. «La ausencia es, pues, un vínculo de ser entre dos o más realidades humanas que necesita una presencia fun­ damental y mutua de esas realidades y que no es, por otra parte, más que una de las concretizaciones particulares de esta presencia» 85. La ausencia y la presencia son modos de esa presencia original de cada ser humano a todos los hombres vivientes. La presencia del otro en mí, mi ser-para-otro es un factum de mi condición humana. Ser hombre es existir para todos los hom­ bres vivientes, y es esta certeza apodíctica de mi presencia fundamental a todos los hombres, lo que realmente, y en última instancia, experimento en mi ser-mirado. ««Cada mirada nos hace experimentar concretamente — y en certeza indubitable del cogito — que existimos para todos los hombres v i­ vientes, es decir, que hay conciencias para las que existo»86. E l original francés dice: «qu’il a (des) consciences...». Y Sartre advierte expresamente que pone ese «des» entre paréntesis para subrayar el hecho de que ese otro- sujeto que está permanentemente presente a mí, no se puede entender en el sentido de una pluralidad, ni tampoco en el de una unidad. Según Sartre el ser-mirado nos abre la presencia del sujeto-otro como una presencia innu­ merable, indiferenciada, impalpable. En el ser-mirado descubrimos el sujeto- otro como una realidad indiferenciada, como una «presencia prenumérica» 87. Esta realidad prenumérica es la que experimento en la mirada como el sujeto-otro omnipresente. Esta presencia prenumérica del otro no se me da nunca como un objeto. E s cierto que, al mirar a aquellos que me miran, cuando leo una conferencia, por ejemplo, la presencia prenumérica del otro 85. EN, 338. 86. EN, 341. 87. EN, 341.

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