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DOS TEMAS FUNDAMENTALES DE LA FILOSOFIA. 301 ¿Qué quiere decir esto? Según Sartre. que en la vivencia de mi obje­ tividad no-revelada experimento al otro directamente como aquél que viene a colmar mi ser y que transforma radicalmente tanto mi ser como mi mundo. Está, por consiguiente, presente a mí sin intermediario, ni distancia. Pero con la peculiaridad de que no puedo actualizar su presencia. E l otro colma mi ser y, sin embargo, no se me da como algo de lo cual yo puedo disponer. Su presencia no es conocida por mí, me escapa; no la puedo fijar. En cuanto aquél que me mira sin ser mirado todavía por mí, el otro es ciertamente aquél que me arroja a esa nueva dimensión del ser-no-revelado. Lo experi­ mento indubitablemente en mi objetividad como la condición posibilitante de la misma. Pero lo decisivo en esta experiencia del otro como condición necesaria de mi ser-no-revelado, es la manifestación del otro como ser-no- revelable. En la vivencia de mi objetividad no-revelada, en la experiencia de la alienación de mí mismo y de mi mundo, el otro se me manifiesta como la trascendencia que congela mi trascendencia, como la subjetividad que me convierte en objeto — no para mí, sino para ella— , como la libertad que supera mis posibilidades. Pero esta manifestación no es autodonación. Es decir, que esa trascendencia, esa subjetividad, esa libertad, en una palabra, el otro no se me revela nunca como algo presente o dado en medio del mundo. Lo experimento como descansando sin distancia sobre mi ser, pero, a la vez, como inaprehensible, como irrevelable a partir del mundo o de mí mismo. Su presencia en mí es trascendente. En su mirada-mirante el otro es ante todo ese ser que me hace experi­ mentar la destrucción total de toda objetividad para mí; él es aquel ser por quien experimento que hay un más allá del mundo: « ...en tanto que me experimento como mirado, se realiza para mí una presencia transmundana del otro: no es en cuanto que está 'en medio’ de mi mundo que el otro me mira, sino en cuanto que viene hacia el mundo y hacia mí desde su trascen­ dencia toda, en cuanto que no está separado de mí por ninguna distancia, por ningún objeto del mundo, ni real ni ideal, por ningún cuerpo del mudo, sino sólo por su naturaleza de otro. Así la aparición de la mirada del otro no es aparición en el mundo : ni en el 'mío’ ni en 'aquél del otro’ ; y la relación que me une al otro no podría ser una relación de exterioridad en el interior del mundo; pero, por la mirada del otro, hago la experiencia con­ creta de que hay un más allá del mundo»79. En virtud de esta ultramunda- nidad caracterizante de su ser, el otro me sale al encuentro inmediatamente como aquél que sobrepasa ese mundo en medio del cual me arroja como un objeto. Aparece como aquél que, por principio, se encuentra más allá de mis posibilidades; como aquél cuya realidad se me manifiesta como estando radicalmente fuera de mis proyectos, totalmente independiente de ellos. 79. EN , 328-329.

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