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DOS TEMAS FUNDAMENTALES DE LA FILOSOFIA. 273 imagen vaga, un fantasma, una invención arbitraria del otro y que en cuanto tal no tendría más realidad que la de ese mero ser para el otro y, consiguien­ temente, me dejaría intocado en mi ser, sino que ese objeto es en cada caso siempre mi ser propio. «La vergüenza es, por naturaleza, reconocimiento. Reconozco que soy tal como el otro me ve» 5. El otro me revela, por tanto, un modo de ser de mí mismo, un modo de ser que yo mismo en cuanto ser-para-sí no puedo alcanzar, a saber, el modo de ser de un objeto, de un en-sí. Pero si bien es cierto que es el otro quien me constituye en ese nuevo tipo de ser, no es menos cierto que se trata de mi ser y que yo soy respon­ sable de él. «Así la vergüenza es vergüenza de si mismo delante de los otros-, estas dos estructuras son inseparables» 6. En resumen, podemos decir que de lo anteriormente dicho se desprende esta conclusión primera: yo necesito del otro para aprehender toda la com­ plejidad estructural de mi ser. El para-sí remite al para-otro. La realidad humana es, simultáneamente, ser-para-sí y ser-para-otro. Tal es el hecho que Sartre se propone explicitar ahora. Antes de entrar en la exposición de la argumentación sartreana, nos parece conveniente señalar que la breve consideración que acabamos de hacer sobre la vivencia de la vergüenza nos permite vislumbrar que el propósito central de Sartre va a radicar en explicar cómo la experiencia del otro se realiza inmediatamente en mi propio ser. La pregunta por el otro encuentra así su lugar en el ser-para-sí. De esto no se sigue, sin embargo, que Sartre intente deducir el otro a partir del ser-para-sí o, con otras palabras, presen­ tar el ser-para-otro como una estructura ontològica a priori del para-sí. De hecho, según la definición sartreana, el para-sí podría entenderse como exis­ tiendo sin ninguna necesidad de ser objeto, libre por completo de la deter­ minación del ser-para-otro. Pero Sartre añade de inmediato que un ser-para- sí semejante no sería hombre 7. Para Sartre se trata de partir del cogito para explicitar el ser-para-otro como una necesidad fáctica de la realidad humana. No se trata, por tanto, de «probar» la existencia del otro, sino más bien de explicar cómo a partir del cogito se me revela la existencia del otro y mi ser-para-otro como una necesidad de hecho; una necesidad cuya experiencia no se da mediatizada ni por el mundo ni por un acto de conocimiento. Lo específico de la expe­ riencia de la existencia del otro es la inmediatez. El otro es experimentado por mí de modo inmediato, sin mediación alguna. Pero sigamos la argumen­ tación de Sartre en sus diversos pasos. Antes de esbozar su concepción personal sobre el otro, Sartre entra en controversia, primero, con lo que podríamos denominar las teorías tradi- 5. EN, 276. 6 . EN, 277. 7. Cf. EN, 342.

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