PS_NyG_1978v025n002p0271_0350

296 RAUL FORNET BETANCOURT facilita propiamente la experiencia de mí mismo. Es decir, que lo que me desvela la mirada no es en realidad ese otro que me mira, sino una indica ción sobre mí mismo. Este primer momento del sentido de la mirada lo subraya Sartre con más fuerza todavía, cuando asevera que «...la mirada es primeramente un intermediario, que remite de mí a mí mismo» 66. Para determinar con mayor exactitud la naturaleza de este intermediario, Sartre recurre de nuevo a una situación concreta, en la esperanza de que su análisis muestre en forma ejemplar cómo acontece ese reenvío de mí a mí mismo y qué es lo que verdaderamente se hace patente en él. La situación concreta que sirve de ejemplo es ésta: Supongamos que por celos, curiosidad, simple vicio o por cualquier otra razón, estoy en plan de espiar por el ojo de una cerradura, para enterarme de lo que se está haciendo o hablando en una habitación. Me encuentro solo y toda mi atención se concentra en el fin perseguido por mí, a saber, experimentar lo que está pasando detrás de esa puerta. Estoy entregado to­ talmente al acto de espiar. Más aun, yo soy ese acto. Es decir, que no soy consciente de mí mismo en cuanto espiador, sino que me vivo más bien como uno-que-está-espiando. Soy completa y totalmente ese acto. Lo vivo sin distanciarme de él, sin la menor vuelta reflexiva sobre mí mismo. Nin­ gún yo habita mi conciencia. Lejos, pues, de toda reflexividad y, por consi­ guiente, de todo conocimiento también, vivo en las cosas y soy pura con­ ciencia de ellas. Muy plásticamente dibuja Sartre esta situación al presentarla como una «pura manera de perderme en el mundo, de hacerme beber por las cosas como la tinta por un secante...» 67. Tan es así, que no sólo no puedo conocerme, sino que incluso mi ser mismo como espiador me escapa. Por ello, dice Sartre, no puedo experimentarme ni siquiera como estando en situación68. Pero, de pronto, escucho pasos o aparece alguien en el pasillo. Se me mira y me siento descubierto. ¿Qué ha pasado? ¿Qué significa este saberse visto o descubierto por otro? Nada menos que la revelación de mi objetivi­ dad por mediación del otro. En ese momento en que el otro aparece me veo confrontado súbitamente con lo que soy. Por el otro, mi conciencia irrefle­ xiva se ve invadida de repente por el yo. En mi conciencia irreflexiva existo ahora como un espiador. Pero, ¿no nos ha dicho Sartre repetidas veces que el yo sólo puede darse como objeto para una conciencia reflexiva? ¿Cómo entender entonces esta presencia del yo en la conciencia irreflexiva? Por la mediación del otro, ex­ plica Sartre, la conciencia irreflexiva presentiza el yo; pero es importante observar que el yo no es aprehendido por ella en la misma forma en que lo 66 . EN, 316. 67. EN, 317. 68 . Cf. EN, 318.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz