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DOS TEMAS FUNDAMENTALES DE LA FILOSOFIA. 295 de la esencia del otro-objeto ni de mi ser-sujeto» 62. Lo decisivo en esta posi­ bilidad del ser-visto-por-otro es la revelación de mi ser propio como un objeto para el otro. Y esta experiencia de ser objeto para el otro es justa­ mente la que me anuncia que estoy en presencia de otro sujeto. Lo que significa que, para mí, el otro se descubre como tal otro sólo cuando lo experimento como aquél que me está mirando; es decir, no cuando convierte mi mundo en un objeto para él, sino más bien cuando me convierte a mí mismo en su objeto. Por ello Sartre invierte la relación que resultaba de la aprehensión del otro en el campo de mi percepción y afirma que: «L’ 'étre- vu-par-autrui’ est la verité du 'voir-autrui’» 63. En esta experiencia del encuentro con el otro en cuanto un sujeto-otro que me ve, se manifiesta con mayor claridad que antes el momento de la alienación por mediación del otro: al mirarme, el otro me degrada a la cate­ goría de un objeto. Pero tratemos de esclarecer en primer lugar qué entiende Sartre por la mirada del otro. ¿Cuál es el sentido de esa mirada en la que se me revela el sujeto-otro? Hay que empezar por decir que, para Sartre, la mirada no mienta el simple acontecimiento del ser visto por los ojos del otro. Más aun, Sartre distingue expresamente entre la mirada y el ojo que, percibido por mí como un objeto del mundo, me mira. En cuanto objeto de mi percepción, el ojo es aquello a lo cual estoy presente sin distancia, pero que permanece en una cierta lejanía del lugar donde me encuentro. La mirada del otro, en cambio, reposa sobre mí sin distancia y, al mismo tiempo, me mantiene a distancia, me sepa­ ra de ella 64. Sartre profundiza esta distinción entre el ojo que me ve y la mirada, diciendo que, para experimentarme como siendo mirado, no se requiere necesariamente la presencia fáctica de ese órgano que percibo como un ojo. Así, el movimiento de unas cortinas, por ejemplo, me puede propor­ cionar la impresión de que estoy siendo mirado. Lo decisivo en la mirada es, en última instancia, no el ojo del otro o los objetos que pueden remplazarlo, sino la experiencia de sentirme devuelto a mi propio ser. ¿Qué es entonces aprehender una mirada dirigida sobre mí? La respuesta de Sartre, que escla­ rece todo lo que llevamos dicho hasta ahora, reza: «...captar una mirada no es aprehender un objeto-mirada en el mundo (a menos que esa mirada no esté dirigida hacia nosotros), es tomar conciencia de ser mirado. La mirada que manifiestan los ojos, de cualquier naturaleza que sean, es pura remisión a mí mismo» 65. De esta respuesta nos interesa resaltar el hecho de que la aprehensión de una mirada en lugar de revelarme la presencia de un otro concreto, me 62. EN, 314-315. 63. EN, 315. 64. Cf. EN, 315-316. 65. EN, 316.

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