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294 KAUL EORNET BETANCOURT cosas, es cierto, están todavía ahí como objetos para mí; y puedo incluso percibir la relación entre esos objetos y el otro hombre en forma objetiva. Pero experimento a la vez que en esta objetividad hay una cara oculta a mi vista: yo no puedo ver los objetos tal como estos aparecen a la vista del otro. Bajo la mirada del otro mi mundo se torna en un mundo penetrado por el extrañamiento. El mundo de los objetos sigue ahí, pero ya no es mi mundo. Es más bien el mundo del extraño y, por ello, extrañado para mí. El otro, pues, me arrebata el mundo o, para decirlo con las palabras de Sar- tre, «...de golpe ha aparecido un objeto que me ha robado el mundo»60. Vemos que mi aprehensión del otro como un objeto en el mundo me con­ fronta con un tipo particular de objetividad. Una objetividad que tiene la peculiaridad de ver las cosas que yo veo y de ocasionar así la hemorragia de mi mundo. Pero, ¿este otro revelado en y por mediación del mundo es verdadera­ mente el otro originario que me sale al encuentro? ¿Su modo original de revelarse a mí consiste en este aparecer como un objeto, si bien privilegiado, en el campo de mi percepción? De ninguna manera. El otro que originaria­ mente me hace frente no es objeto en el mundo, ni tampoco sujeto para el mundo. El otro debe revelarse inmediatamente como un ser extramundano, pues sólo así escapa a la probabilidad. Pero, ¿cómo encuentro al otro en su presencia original? ¿Cómo lo puedo experimentar en su ser-sujeto? Según Sartre, el sujeto-otro se me descubre en la experiencia del sentirme tocado y penetrado por la mirada del otro. Sartre explica este paso hacia el encuentro directo con el otro como sujeto etxramundano en los términos siguientes: «Si el otro-objeto se define en relación con el mundo como el que ve lo que yo veo, mi relación fundamen­ tal con el otro-sujeto debe poder remontarse a mi posibilidad permanente de ser visto por el otro. Es en y por la revelación de mi ser-objeto para otro donde debo poder captar la presencia de su ser-sujeto»61. Con la formulación explícita de esta posibilidad constante y permanente de ser-visto-por-otro, llegamos al punto central de la teoría sartreana sobre las relaciones interhumanas. El ser-visto-por-otro constituye la estructura fun­ damental de mis relaciones con el prójimo. El otro originario que me sale al encuentro no es, por tanto, aquél que yo veo, sino más bien aquél que me ve. Y esta revelación no es constituida por mí, ni deducida de la pecu­ liaridad de la objetividad del otro. La mirada me revela al otro como estando por más allá de toda objetividad. La mirada del otro es experimentada pri­ mordialmente como un facturn: «...esta relación que llamo 'ser-visto-por- otro’, lejos de ser una de las relaciones significadas, entre otras, por la pa­ labra hombre, representa un hecho irreductible que no se podría deducir ni 60. EN, 313. 61. EN, 314.

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