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DOS TEMAS FUNDAMENTALES DE LA FILOSOFIA. 293 guiente, no debería comportar una alteración en la ordenación tempo-espacial establecida por mí. Muy pronto, sin embargo, me doy cuenta de que ese nuevo objeto no se deja situar sin más ni más en el conjunto de mis distancias. Experimento que el objeto-hombre no se deja integrar en el seno de mi ordenación, que se resiste a ser añadido a esa agrupación de las cosas que he realizado en torno a mí. Cuando percibo ese objeto como un hombre, sucede, pues, algo decisivo: «Percibirlo como hombre, por el contrario, es captar una relación no aditiva de la silla con él, es registrar una organización sin distancia de las cosas de mi universo alrededor de este objeto privilegiado»57. Me encuentro, pues, frente a un objeto privilegiado, y experimento su presencia privilegiada no solamente a través del hecho de que este objeto no se deja integrar en mi organización en los objetos, sino también, y sobre todo, porque compruebo que el objeto-hombre, al igual que yo mismo, es un existente que despliega también sus propias distancias. Este objeto tiene el privilegio de configurar también una organización espacio-temporal. El otro hombre agrupa las cosas en torno a sí. Con la aparición de un hombre en el campo de mi percepción constato entonces la emergencia de una organización del mundo de los objetos que no está centrada en mí, pues veo que «en lugar de ser una agrupación de los objetos hacia mí, se trata de una orientación que huye de m í»5i. El otro aparece así como el centro en torno al cual se agrupan las cosas. Desplegando sus propias distancias, el otro hombre anula las distancias que he establecido entre las cosas. Su afloramiento en mi hori­ zonte perceptivo equivale, pues, a la pérdida de mi posición como centro de la agrupación del mundo de los objetos. Cuando estaba solo en el jardín veía las cosas todas como ordenadas hacia mí, yo era entonces el punto central hacia el cual ellas se referían. Pero ahora, con el afloramiento del otro, veo más bien que los objetos huyen de mí, los veo en escapada hacia el otro. Con su aparición adviene, pues, la desintegración de mi ordenamiento. «Así la aparición entre los obje­ tos de mi universo. El otro es primeramente la huida permanente de las cosas hacia un término que yo percibo a la vez como objeto a una cierta distancia de mí, y que me escapa en tanto que despliega alrededor de sí sus distancias propias»59. No creemos interpretar erróneamente el pensamiento de Sartre diciendo que el objeto-hombre, al irrumpir en medio de las cosas que he organizado como mi mundo en calidad de un elemento de desintegración de ese mundo mío, se presenta ante mí, primeramente, como aquél que me aliena mi mun­ do. Con la aparición del otro se introduce la extrañeza en mi mundo. Las 57. EN, 311. 58. EN, 312. 59. EN, 312-313.

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