PS_NyG_1978v025n002p0271_0350

272 RAUL FORNET BETANCOURT ser-para-sí. Lo peculiar de la experiencia o vivencia de estos modos de con­ ciencia consiste en que en ellos me veo confrontado con un tipo de ser cuya estructura ontológica es en cada caso la mía, pero sin darse como un modo de ser que es para-mí. Tomemos la vergüenza como ejemplificación de uno de estos modos de conciencia: ¿qué es propia y primariamente la vergüenza? ¿qué sucede real­ mente cuando uno dice: estoy avergonzado o tengo vergüenza? Para Sartre la vergüenza representa un ejemplo concreto de eso que los fenomenólogos llaman una Erlebnis (vivencia), es decir, una manera de conciencia no posi- cional (de) sí como vergüenza; y en cuanto tal conlleva una estructura in­ tencional. La vergüenza tiende hacia algo, se realiza sobre algo, y este algo del cual me avergüenzo es, según Sartre, mi propio ser. «La vergüenza», nos dice, «es aprehensión vergonzosa de algo y ese algo soy yo. Tengo vergüenza de eso que soy » 2. Avergonzándome, establezco por consiguiente una rela­ ción desde mi conmigo mismo, pues soy yo, en mi ser y al mismo tiempo, aquél que siente vergüenza y aquello de lo cual siento vergüenza. Y Sartre subraya expresamente el hecho de que en esta relación que realiza la vergüenza entre mí y yo mismo no se trata de ninguna manera de una relación reflexiva. La vergüenza pertenece más bien al tipo de conciencia irreflexiva, «...la vergüenza en su estructura primera es vergüenza delante de alguien» 3. La vergüenza es, pues, una vivencia cuya posibilidad requiere la presencia de un tercero, de un «alguien». Sin la mediación de este «alguien», la vergüenza no sería posible. Y este «alguien», precisamente porque se trata de una vivencia y no de un fenómeno reflexivo, no puede ser en ningún caso mi propio yo. Por la misma razón, porque vivo la vergüenza en la forma de la conciencia prerreflexiva, no puedo tampoco ponerme como objeto para mí mismo. Ese «alguien» que se me descubre inmediatamente en la rela­ ción entre mí y yo mismo de la vivencia de la vergüenza, es un «alguien» que yo no soy; es el otro. Al avergonzarme realizo una vivencia sobre mi propio ser, pero me avergüenzo de mí mismo tal como mi ser aparece ante el otro. En esta relación de mí a mí mismo el otro aparece, por tanto, inme­ diatamente como un mediador entre mí y yo mismo, «...el otro es el me­ diador indispensable entre mí y yo mismo: me avergüenzo de mí, pero tal como aparezco al otro. Y, por la aparición misma del otro, me veo puesto en condiciones de emitir un juicio sobre mí mismo como sobre un objeto, puesto que aparezco al otro como un objeto» 4. Pero lo verdaderamente de­ cisivo en este aparecer como objeto ante el otro, es el acto de reconocimiento que va implicado en ello. Ese objeto que aparece ante el otro no es una 2. EN, 275. 3. EN, 275. 4. EN, 276.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz